LA CORRUPCIÓN REINA EN LORETO: ¿DÓNDE ESTÁN O YA NO HAY DIRIGENTES Y LÍDERES SINDICALES Y POPULARES?

Loreto vive un tiempo oscuro. Las mafias políticas han tomado por asalto el gobierno regional y los municipios, con tentáculos que alcanzan a la justicia, a la policía, a la fiscalía y a los medios. El saqueo de los recursos públicos ya no es rumor: es práctica sistemática. El dinero que debía sostener hospitales, escuelas, energía y carreteras termina en bolsillos privados. Y lo más dramático no es solo la corrupción en sí misma, sino el silencio ensordecedor de quienes deberían ser la primera línea de resistencia: los dirigentes sindicales, gremiales y populares.

El silencio de quienes deberían hablar

En otros tiempos, cuando los abusos eran evidentes, el pueblo encontraba voz en sus sindicatos, en sus federaciones populares, en sus gremios de maestros, de trabajadores, de estudiantes, en las organizaciones indígenas. Esa voz, aunque frágil, marcaba la diferencia entre la resignación y la esperanza.

Hoy, en cambio, la mayoría de esos dirigentes parecen sordos, mudos y ciegos. No ven la podredumbre que corroe a las instituciones. No escuchan el clamor de la gente sin agua, sin luz, sin trabajo. No hablan ante la evidencia del robo y el abandono. Se han refugiado en la excusa de que “no se puede hacer nada”, en la comodidad de los cargos eternos, o peor aún, en la complicidad silenciosa con el poder que dicen combatir.

El amarre: el arma del poder

El gobierno corrupto no necesita reprimir cuando logra comprar. Un viaje, un contrato, una consultoría, un pequeño puesto en la burocracia bastan para silenciar al dirigente incómodo. Así, muchos han terminado convertidos en piezas útiles para legitimar lo ilegítimo. Los pocos que se atreven a cuestionar quedan aislados, sin respaldo colectivo, y pronto se cansan o son aplastados.

La estrategia es simple: neutralizar líderes y vaciar de fuerza a las organizaciones. Y en Loreto, esa estrategia ha funcionado demasiado bien.

¿Qué ética guía a los dirigentes actuales?

Ser dirigente popular no es un privilegio: es una responsabilidad moral frente al pueblo. Pero lo que vemos hoy es una dirigencia que ha confundido representación con beneficio personal, lucha social con negociado político, y compromiso con complicidad.

El resultado es devastador:

·         La población está huérfana de voceros legítimos.

·         Los corruptos gobiernan sin contrapeso.

·         El pueblo pierde confianza en toda forma de organización.

Y aquí la reflexión más dura: cuando un dirigente calla frente al saqueo, no es neutral, es cómplice.

El costo del silencio

Ese silencio dirigente se traduce en hospitales sin medicinas, en escuelas que se caen a pedazos, en familias que viven sin energía ni agua potable, en jóvenes condenados a migrar o caer en la delincuencia. El costo no lo pagan los dirigentes en sus cómodos asientos, lo paga la gente de a pie que día a día sufre la corrupción como hambre, enfermedad y desesperanza.

Una nueva ética de la valentía

La situación exige algo más que lamentos. Necesita una ética de la valentía práctica:

·         Dirigentes que hablen aunque se queden solos.

·         Sindicatos que recuperen su voz y su fuerza colectiva.

·         Pueblos indígenas y comunidades que no acepten ser representados por eternos burócratas de la traición.

·         Estudiantes y jóvenes que no permitan que la política siga siendo un feudo de mafias y caudillos.

La valentía no está en sacrificarse como mártir aislado, sino en construir organización con objetivos claros, que no pueda ser comprada ni neutralizada fácilmente.

El espejo que incomoda

La pregunta no es solo “¿dónde están los dirigentes?”, sino:

·  ¿Se cansaron?

·  ¿Se vendieron?

·  ¿Se acomodaron?

·  ¿Perdieron el rumbo y se convirtieron en administradores del silencio?

Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que el pueblo ya no puede confiar en dirigentes que disfrutan de sus cargos eternos mientras la corrupción devora a Loreto.

Conclusión: despertar la conciencia

Hoy la historia interpela a cada dirigente sindical, gremial, popular e indígena:

·         ¿Serán recordados como cómplices silenciosos de un gobierno corrupto y delincuencial?

·         ¿O serán parte de una generación que tuvo el coraje de decir “basta” y recuperar la voz del pueblo?

La corrupción reina en Loreto no porque sea invencible, sino porque quienes debían enfrentarla eligieron callar. Y ese silencio es la mayor traición.

Solo a modo de comentario

Si los dirigentes sindicales, populares, gremiales de Loreto van a seguir sordos, mudos y ciegos frente a este gobierno regional y gobiernos locales corruptos y delincuenciales, lo mínimo que deberían hacer es largarse de una vez y dejar de estorbar. O mejor todavía: que vayan a sacar su certificado de discapacidad política, porque claramente no les funcionan ni los ojos para ver, ni los oídos para escuchar, ni la boca para hablar.

Pero también les tengo que decir que no están solos en este carnaval de cobardía. También brillan por su silencio los colegios profesionales, que callan como si la ética no estuviera en sus estatutos. Saquen su certificado de discapacidad política
La academia, que debería pensar y denunciar, se acomoda en seminarios tibios y papers inútiles. Saquen su certificado de discapacidad política
La Cámara de Comercio e Industria, que se supone defiende el desarrollo, aplaude en banquetes mientras el saqueo sigue. Saquen su certificado de discapacidad política
Y el tan mentado Grupo Técnico de Iquitos, lleno de supuestos notables, solo se deja ver en conferencias de hotel con aire acondicionado, pero jamás en las calles donde arde la indignación. Saquen su certificado de discapacidad política

Porque para calentar sillas, posar de dirigentes eternos y cobrar favores, ya estamos llenos. Lo que el pueblo necesita son voces firmes, no estatuas vivientes que simulan liderazgo mientras disfrutan del silencio cómplice.

Así que decídanse: o se ponen a la altura de la historia, o retírense y ahórrennos el espectáculo de su invalidez moral.

Alberto Vela

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