Santa Rosa: dos días de patriotismo, una eternidad de abandono. La urgencia de una política de frontera para Loreto
Ya nos cansamos del tema. El patriotismo duro lo que duro la visita
del Ejército y la Marina y ministros a Santa Rosa. Fue tan breve que algunos
pobladores pensaron que se trataba de una escala turística. Dos días. Ni uno
más. En ese lapso, se tomaron fotos, dieron discursos sobre la defensa de la
soberanía y luego —como quien apaga el televisor después de un noticiero
aburrido— se fueron.
¿Resultado? Colombia
ya entendió que la defensa peruana es de calendario: llega para las efemérides
y se retira al toque, y así pueden colocar sus banderas para que sigan ondeando en la isla Chinería y continuar con un paso más en sus pretensiones. Los pobladores de Santa Rosa lo
saben, lo sienten y lo sufren: viven bajo la sombra de otro país, con su
comercio, su presencia militar y sus servicios, mientras el Estado peruano se
limita a mandar patrullas fugaces.
Así se construye la
derrota sin un solo disparo: reemplazando la presencia permanente por misiones
relámpago, y la política de frontera por operaciones de relaciones públicas.
Santa Rosa no necesita turistas con uniforme, necesita guardianes permanentes.
De lo contrario, cuando queramos volver, quizá tengamos que pedir visa.
Por décadas, el discurso oficial en Lima ha hablado de “defender la soberanía”, pero nunca ha mirado con seriedad ni respeto a las regiones fronterizas que la sostienen día a día con su sola presencia, su vida cotidiana, su resistencia callada. Loreto, la región más extensa del país, comparte más de 3,500 kilómetros de frontera con Colombia, Brasil y Ecuador. Sin embargo, la dejadez del Estado peruano —nacional, regional y local— ha convertido esa vasta y estratégica zona en tierra de nadie, propicia para el avance de economías ilegales, mafias transnacionales y penetraciones geopolíticas encubiertas.
Un Estado que abdica de su soberanía
Loreto no tiene presencia real del Estado en sus fronteras.
Hay puestos militares aislados, bases policiales desabastecidas y municipios
sin recursos que apenas funcionan como oficinas selladoras de papeles. No
hay inversión pública sostenida en infraestructura fronteriza, ni una visión
integral de desarrollo para las comunidades asentadas en esas zonas clave para
la defensa nacional. La educación y la salud en las zonas de frontera son
precarias, la conectividad es nula, y la presencia institucional se limita a la
ocasional visita de una comisión burocrática o la instalación simbólica de una
antena satelital.
El resultado: las fronteras amazónicas se han convertido
en corredores de narcotráfico, trata de personas, minería ilegal, contrabando y
lavado de activos, con fuerte protagonismo de mafias colombianas,
brasileras y ecuatorianas que han encontrado terreno fértil en la desidia
peruana.
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¡SOLO POR DOS DÍAS! |
La frontera más desprotegida del país
En el trapecio amazónico, Colombia ha desarrollado una
estrategia silenciosa pero eficaz de control económico y simbólico de la región,
con Leticia como su centro de operaciones. El comercio, el turismo, la
circulación de capitales y personas gira en torno a Leticia, mientras Santa
Rosa —el único punto de soberanía peruana en la zona— permanece sumida en el
abandono. A su vez, en la frontera con Brasil, Tabatinga extiende su influencia
con un Estado brasileño que protege sus intereses y promueve integración
económica real, mientras Islandia, Caballococha o Ramón Castilla en el lado
peruano subsisten en la pobreza.
En la frontera norte con Ecuador, la situación no es mejor.
Los ríos Putumayo y Napo son usados libremente por grupos armados y mafias
ecuatorianas, sin ninguna presencia significativa del Estado peruano. Los
pobladores peruanos de frontera sobreviven sin luz, sin agua, sin servicios,
sin Estado.
La miopía cómplice de las autoridades loretanas
No es solo Lima la que abandona Loreto. Son también sus
autoridades regionales y locales las que, por corrupción o incapacidad, han
hecho del territorio una plaza abierta para la ilegalidad, sin
planificación, sin estrategia, sin liderazgo. ¿Dónde está la propuesta del
Gobierno Regional de Loreto para una política de desarrollo fronterizo? ¿Dónde
está el presupuesto destinado a reforzar las municipalidades de frontera?
¿Dónde están las prioridades regionales en términos de seguridad, soberanía y
articulación territorial?
Loreto no puede seguir siendo un territorio útil solo
para el saqueo forestal, los bonos de carbono o las promesas de inversión
extractiva. La seguridad nacional empieza en las fronteras, y si las
fronteras son territorio abandonado, el país entero está en riesgo.
Una política de fronteras urgente y multisectorial
El Perú necesita, con urgencia, una Política Nacional de
Fronteras Amazónicas que tenga como eje estratégico a Loreto. Esta política
debe incluir:
- Inversión
sostenida en infraestructura estratégica (puertos, carreteras fluviales,
aeropuertos y telecomunicaciones) en las zonas de frontera.
- Reforzamiento
institucional de los municipios y gobiernos locales, con recursos,
asistencia técnica y seguridad.
- Presencia
militar, policial y civil articulada, con enfoque de desarrollo y no
solo de control.
- Educación
y salud intercultural de calidad, que arraigue a las poblaciones
fronterizas y las fortalezca.
- Articulación
económica formal con las ciudades fronterizas vecinas, promoviendo
desarrollo lícito, turismo responsable y comercio justo.
- Cooperación
fronteriza con soberanía, sin permitir que los intereses de los países
vecinos dicten la dinámica territorial del Perú.
Conclusión: la frontera es el rostro de la patria
El abandono de las fronteras no es solo una negligencia, es
una traición. Y cada vez que el Perú ignora a Loreto, traiciona también su
propia soberanía. La frontera no es solo una línea en el mapa: es el límite
de nuestra dignidad como Estado. Sin política de fronteras, no hay nación que
aguante. Y si el Perú sigue mirando hacia el Pacífico y dando la espalda al
Amazonas, otros llenarán el vacío que deja el Estado peruano —con billetes
manchados de sangre, con drogas, con oro ilegal, con discursos de integración
que esconden proyectos de ocupación.
Loreto exige ser frontera viva, no patio trasero. Y la
hora de actuar es ahora.
Alberto Vela
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