Santa Rosa bajo amenaza: Leticia, Colombia y la miopía perpetua del Estado peruano

Para tener en cuenta. El presente artículo gira en torno a esta información: Según un informe de la Universidad Nacional de Colombia: El río Amazonas se alejaría de Leticia por sedimentación y sequía: Según expertos y científicos que realizan estudios en la región, este año (Nov. 2024) el río Amazonas experimentó una reducción del caudal con niveles históricos, comportamiento estacional que aumenta tanto por la llegada de menos agua de los ríos que lo alimentan –por causa del cambio climático– como la deforestación y la sedimentación que estaría corriendo su cauce hacia territorio peruano. https://periodico.unal.edu.co/articulos/el-rio-amazonas-se-alejaria-de-leticia-por-sedimentacion-y-sequia

Santa Rosa: Una isla que resume un abandono histórico

La Isla Santa Rosa, ubicada frente a las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), constituye el único punto geoestratégico que le permite al Perú sostener una presencia visible y soberana en el corazón del Trapecio Amazónico. Esta pequeña isla no solo representa una frontera viva, sino también un símbolo de resistencia territorial ante el avance sostenido —y cada vez más decidido— de los intereses colombianos en la zona.

En las últimas semanas, se ha hecho pública una nueva preocupación: el temor del Estado colombiano a que, producto del cambiante curso del río Amazonas, la ciudad de Leticia quede aislada de su acceso fluvial directo. Este riesgo ha activado, de manera más sutil que oficial, las pretensiones sobre la Isla Santa Rosa, como una forma de garantizar influencia geopolítica y económica en esta zona de alta sensibilidad amazónica.

Y mientras esto ocurre, el Perú —una vez más— llega tarde, mal y con desidia, sin estrategia de largo plazo, sin presencia estatal efectiva y con autoridades locales libradas a su suerte.

La sequia del 2024 activo todas las antenas en el lado amazónico colombiano. Foto: Grupo Aereo del Amazonas

Leticia, el corazón económico del Trapecio Amazónico

Colombia ha sabido convertir a Leticia en su puerta de entrada a la Amazonía internacional. Con una infraestructura logística sólida, una presencia militar robusta y un flujo comercial activo con Brasil y en menor medida con el Perú, Leticia ha crecido como un centro económico regional que alimenta intereses estratégicos del Estado colombiano.

En este contexto, el curso del río Amazonas —que en los últimos años ha mostrado una fuerte tendencia de modificación geográfica— representa un riesgo geopolítico real para Colombia: si Leticia quedara desconectada de las aguas navegables por efecto natural del río, perdería su valor comercial y estratégico. El escenario más temido por Bogotá es que Leticia se vuelva una ciudad mediterránea en plena selva: sin acceso directo al Amazonas, sin posibilidades de articularse económicamente con Tabatinga y Santa Rosa, y sin relevancia como puerto regional.

Aquí es donde la Isla Santa Rosa entra en juego: Colombia necesita mantener su influencia fluvial y comercial, y en el cálculo de sus estrategas, tener acceso soberano o control fáctico sobre Santa Rosa —que está del lado peruano del río— sería la solución natural a un problema político que ni siquiera ha estallado oficialmente.

Santa Rosa: La isla que el Perú nunca quiso ver

La Isla Santa Rosa, pese a su enorme relevancia, es tratada por el Estado peruano como un apéndice incómodo, más que como una avanzada soberana en la triple frontera. A lo largo de los años, esta isla ha sido víctima de un abandono estructural: sin inversión pública significativa, con una débil presencia institucional, sin proyección comercial ni turística, y con una población que vive más integrada a Leticia que a Iquitos o a Lima.

Santa Rosa es, en la práctica, una isla peruana con lógica urbana y comercial colombiana. La población cruza diariamente a Leticia a trabajar, comprar, estudiar o atender su salud. La moneda que circula es el peso colombiano. Y el Estado peruano brilla por su ausencia, salvo por algunos simbólicos destacamentos militares y la precaria presencia de una comisaría o una posta médica intermitente.

En este vacío estructural, Colombia no necesita invadir para controlar: basta con esperar. El curso del Amazonas está haciendo el trabajo sucio, mientras la falta de acción peruana termina de abrirle la puerta a un escenario en el que la soberanía se erosiona sin que nadie lo note. Así, cuando la geografía cambie, el discurso colombiano estará listo: “Leticia necesita acceso soberano al río. Santa Rosa es la solución lógica”.

¿Qué busca Colombia realmente?

Aunque no lo dice abiertamente, Colombia está jugando una partida estratégica a largo plazo. Sus objetivos incluyen:

1.       Asegurar su acceso fluvial al Amazonas, ante el riesgo de que Leticia pierda contacto directo con el cauce navegable.

2.       Consolidar su liderazgo regional en el Trapecio Amazónico, desplazando la presencia peruana y marginando a Tabatinga como centro de poder.

3.       Capturar el flujo comercial transfronterizo, integrando Santa Rosa a su circuito económico de facto.

4.       Eventualmente, forzar una revisión de límites o establecer una “administración compartida” sobre Santa Rosa, en nombre de la cooperación y la integración regional.

Lo más grave es que este tipo de maniobras no necesitan tanques ni tratados: basta con la pasividad peruana y el abandono cotidiano de un territorio.

El síndrome peruano: llegar siempre tarde, y siempre lamentar

La historia territorial del Perú está llena de reacciones tardías, escándalos mediáticos y lamentos patrióticos post-mortem. Desde la pérdida de Arica y Tarapacá, hasta la entrega silenciosa de frontera económica a multinacionales, pasando por la nula defensa del mar de Grau frente al saqueo extranjero, el patrón se repite: el Perú no planea, no anticipa, no invierte en soberanía.

El caso de Santa Rosa —de concretarse las pretensiones colombianas— no será una excepción, sino una confirmación más del colapso institucional de la política exterior y territorial del Perú. Aquí no hay una estrategia nacional amazónica, ni un plan de desarrollo fronterizo, ni una política de integración con identidad propia. El Estado no está ausente: está derrotado de antemano.

¿Qué se puede (y debe) hacer?

Para evitar un escenario de pérdida territorial camuflada bajo un proceso natural del río, el Perú debe actuar ahora, y con firmeza. Algunas acciones urgentes incluyen:

  • Impulsar una inversión estructural en Santa Rosa, con infraestructura moderna, servicios básicos y conectividad permanente.
  • Instalar una zona económica especial (ZEE) para dinamizar el comercio peruano sin depender de Leticia.
  • Fortalecer la presencia institucional militar y civil, con presencia diplomática, cultural y educativa activa.
  • Reforzar los canales diplomáticos multilaterales, previniendo conflictos y dejando en claro que Santa Rosa es intocable.
  • Implementar un sistema de monitoreo geoestratégico del cauce del Amazonas, con participación de la Marina, el IGP y universidades.

Pero nada de esto será posible si no se parte de una decisión política central: el Perú debe elegir defender sus fronteras con acción, no con discursos nostálgicos.

Conclusión: O soberanía con decisión, o territorio por omisión

La historia no perdona a los pueblos que abandonan sus territorios ni a los Estados que ignoran sus fronteras. Santa Rosa es hoy un caso de estudio, pero mañana puede ser una nueva pérdida. Colombia no está actuando por capricho: está defendiendo su interés nacional, anticipando escenarios. El Perú, en cambio, sigue actuando como si el tiempo jugara a su favor, cuando en realidad el tiempo es el arma más peligrosa en manos de un país que no defiende lo que tiene.

Santa Rosa no es solo una isla. Es una advertencia.

Alberto Vela

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