"Gracias a Dios que no hay luz":
El evangelio según César Acuña y su discípulo amazónico Fernando Meléndez
"Hoy día no hay luz, hoy no tenemos carreteras, por eso es que yo agradezco a Dios, que hoy día, me tenga como gobernador." César Acuña, devoto del abandono
La frase que resume todo un modelo de (mal)gobierno
No hay luz.
No hay carreteras.
Pero sí hay César Acuña.
Y eso, al parecer, es suficiente motivo para agradecer a Dios.
Porque en el Perú de hoy, mientras más oscuro esté el camino, más brilla el caudillo.
Y si no tienes resultados que mostrar, no te preocupes: agradece a Dios por el desastre, porque gracias a ese desastre estás tú ahí.
60 razones para agradecer al Altísimo (y a la Contraloría)
¿No lo sabías?
César Acuña tiene casi 60 obras abandonadas e inconclusas en La Libertad, por un monto que ronda los 6 mil millones de soles, según la Contraloría.
¿Hospitales? Parados.
¿Colegios? En ruinas.
¿Carreteras? Solo en maquetas.
¿Puentes? Sin conexión.
¿Centros de salud? Solo en discursos.
Y aún así, tiene el descaro de presentarse como el salvador de una región que él mismo ha dejado en estado de coma técnico, durante un gobierno cercano a los 20 años.
Pero no pasa nada, porque en el Perú político-empresarial, eso no se llama incompetencia. Se llama: "tener experiencia en gestión pública".
El virus se hereda: del señor feudal norteño al operador amazónicoY como todo buen virus del poder, APP mutó y se expandió. Su variante selvática se llama Fernando Meléndez, quien ha logrado en Loreto lo que Acuña logró en La Libertad:
* Convertir al Estado en un patio familiar.
* Volver la política un botín entre amigos.
* Y convertir la precariedad en materia prima electoral.
Meléndez, que ya gobernó Loreto sin pena ni gloria, ha traido una herencia peligrosa: el síndrome Acuña. Ese donde los problemas no se resuelven, sino que se reciclan en slogans de campaña.
La política como álbum familiar
Pero no termina ahí. Como todo buen patriarca del clientelismo amazónico, Meléndez no vino solo. Vino con toda la familia.
* Su esposa hoy es congresista por Loreto, aunque en la región nadie recuerda un solo logro suyo.
* Ahora quiere ser senadora por APP. Porque al parecer, pasar por el Congreso sin hacer nada es suficiente para ascender en esta meritocracia invertida.
* Mientras tanto, sus operadores ya empiezan a moverse como hormigas para tomar municipalidades, consejos y direcciones regionales como si fueran propiedades familiares.
Ya no es política. Es herencia. Y el poder no se conquista: se reparte entre parientes.
Manual APP para gobernar sin gobernar: edición Loreto
1. Di que todo está mal (sin mencionar que tú estuviste en el poder).
2. Agradece a Dios por estar tú en ese caos.
3. Promete hacer lo que nunca hiciste.
4. Coloca a tu esposa, hijo, sobrino o vecino como candidato.
5. Pierde la vergüenza, pero nunca la elección.
*¿Y el pueblo? Ah, que se conforme con la pechera*
Lo más triste es que este modelo sigue funcionando.
¿Por qué? Porque en zonas postergadas, y gente desinformada, donde el Estado solo llega en época de elecciones, basta con repartir:
* Pecheras.
* Chalecos.
* Almuerzos con arroz verde.
* Promesas de “progreso” que nunca se ve.
Acuña y Meléndez saben que el abandono funciona como estrategia:
Si todo está mal, puedes presentarte como la solución, aunque seas parte del problema.
El final que nadie quiere escribir
Pero esto no tiene que repetirse. Ya es hora de que las regiones despierten del hechizo de los caudillos folklóricos y los herederos del fracaso.
César Acuña agradece a Dios por un país y una región en ruinas porque es allí donde se alimenta su poder.
Fernando Meléndez lo imita, lo exporta y lo adapta al lenguaje amazónico.
Pero nosotros no tenemos por qué agradecerles nada.
Ya tuvimos suficiente de su versión de “progreso”.
Y ahora que lo sabes…
Cuando veas a Acuña hablando de “progreso” o a Meléndez vendiendo “renovación”, piensa en las 60 obras abandonadas.
Piensa en los 6 mil millones tirados al agua.
Piensa en los congresistas silenciosos.
Piensa en los niños que siguen estudiando bajo techos de calamina.
Y pregúntate:
¿Hasta cuándo vamos a agradecerles por lo que no hacen?
Alberto Vela
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