¿Y AHORA QUÉ? ¿YA SOMOS DUBÁI?

 ¿Recuerdan? Después del golpe parlamentario contra Pedro Castillo, hubo fiesta en las redacciones, brindis en las embajadas, y suspiros de alivio entre los que juraban que “el Perú se salvó”. Se salvó, decían, de ser Venezuela, de caer en el abismo rojo, del “comunismo”, ese espantapájaros útil con el que los oligarcas dueños del poder económico y político, asustan al pueblo desde hace décadas.

Pero ha pasado más de un año y medio…
Y entonces, ¿ya somos Dubái?

Porque si el enemigo era Castillo, el maestro rural, el "improvisado", el "incapaz", el problema ya está resuelto, ¿no?

¿Entonces por qué el Perú está peor que nunca?

Veamos:

La pobreza se disparó

·    En 2023, la pobreza alcanzó al 29% de la población, y si incluimos a los vulnerables, ya tenemos a la mitad del país sobreviviendo.

·    Más del 43% de los niños menores de 6 años son pobres. Esa es la edad en que se forma la inteligencia. Estamos matando el futuro antes de que aprenda a leer.

¿Eso es desarrollo? ¿Eso es estabilidad? ¿Dónde está el milagro?

La educación está en ruinas

·  El 40% de jóvenes entre 15 y 29 años no estudia ni recibe formación alguna.

·  Las universidades públicas están desfinanciadas. Las privadas, convertidas en negocios de títulos sin calidad.

·  El SUTEP y el Minedu están atrapados en una disputa de cuotas, no de ideas.

¿Ese es el país que resucitó tras el golpe?

La salud sigue enferma

·  EsSalud es un consultorio privado disfrazado de seguro.

·  Los hospitales colapsan, y más del 70% de la población no accede a servicios de salud dignos.

¿Y el ministro de Salud? Repartiendo canastas y botando médicos para poner operadores políticos.

La corrupción está de fiesta

·   En Loreto, en Áncash, en Arequipa: las obras truchas, los sobrecostos, las licitaciones amañadas continúan igual o peor que antes.

·   ¿Cuántos informes de la Contraloría han terminado en sanción real?

·   ¿Dónde está la transparencia prometida?
Ah, cierto: la Contraloría ahora censura sus propios informes. Literalmente esconden la evidencia.

El Congreso gobierna, y nadie lo eligió para eso

·   Una mayoría fujimorista, militarista y ultraconservadora ha capturado el Estado.

·   Se reparten el Tribunal Constitucional, la Defensoría, el Ministerio Público y el JNE como si fueran polladas electorales.

·   Mientras tanto, la inseguridad mata cada día, el narcotráfico avanza, y la selva arde sin presupuesto.

¿No que venían a “restaurar el orden”?

La delincuencia manda, y el Estado obedece (o se hace el ciego)

Mientras todo colapsa, la delincuencia se ha convertido en el verdadero poder en las calles.

·    Extorsiones, sicariato, tráfico de armas y cobros por cupos están normalizados desde Tumbes hasta Iquitos.

·    Los barrios viven bajo reglas no escritas que dicta el crimen, y el Estado no solo no interviene, sino que muchas veces parece cómplice.

¿Acaso no hay fiscales que miran al costado? ¿Jueces que sueltan sicarios? ¿Policías que negocian con bandas?

El desgobierno ha creado un caldo de cultivo ideal para el caos.
Y mientras el pueblo se mata a balazos, el Estado finge que todo está bajo control. ¿Por qué? Porque un país inseguro y desesperado es más fácil de manipular. La violencia se ha vuelto útil para quienes lucran con el miedo.

¿Dónde están los genios del libre mercado ahora?

El mismo empresariado que gritaba “¡Castillo incapaz!” ahora hace mutis mientras el PBI apenas crece, la inflación golpea, y la desigualdad se dispara.

Porque nunca les importó el país. Solo querían recuperar el control.
Y ahora que lo tienen… ¿ya somos Dubái?

Y los que gritaban “Castillo dictador”, ¿ya se dieron cuenta del chiste?

El Congreso se blinda, censura, impone leyes para perseguir a opositores y criminaliza la protesta.
¿Eso no es autoritarismo?

¿Dónde están ahora los influencers de la indignación, los opinólogos de la República salvada, los editorialistas que exigían la vacancia por moral y democracia?

Silencio absoluto.

El problema no era Castillo. El problema era que por primera vez el poder estaba fuera del control de los dueños de la economía del país.

Lo decían entre dientes, pero lo pensaban fuerte:
“¿Cómo va a gobernar un chotano, sin apellido compuesto, sin máster en Europa, sin padrinos en el Club Nacional?”
Y cuando ese maestro rural llegó al poder, se quitó la careta todo el sistema.

La derecha se quitó el calzón. Y todo el mundo vio sus miserias.

¿Y ahora?

Ahora no hay izquierda ni derecha.
Hay un pueblo sin cabeza, sin organización, sin rumbo.
Hay 43 partidos en campaña y ni una sola propuesta seria para rescatar al país del colapso.

Y mientras el hambre cre ce, la infancia se pudre, y los jóvenes se frustran…
los de arriba siguen robando, con más tranquilidad que nunca.

Ya no hay excusas. Ya no hay cuentos. Si Castillo era el problema, explíquenme ahora este desastre.

¿Y ahora qué?
¿Ya somos Dubái?

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