Huayrurín no murió solo: lo mató la negligencia institucional
El delfín que sobrevivió al tráfico pero no a la indiferencia del Estado
En Loreto todo se muere lento. La selva, la educación, la salud, los sueños… y ahora también Huayrurín, el delfín rosado que fue rescatado hace dos décadas del tráfico ilegal y que murió atrapado no en las redes de los cazadores, sino en las paredes de cemento del zoológico estatal más indigno del país: el Parque Turístico de Quistococha.
Pero que no nos mientan. Huayrurín no murió de “falla cardíaca”.
Murió de abandono institucional. Murió de vergüenza ajena. Murió por ser usado como símbolo sin recibir ni respeto, ni ciencia, ni dignidad.
Un animal famoso, una muerte inútil
Durante años, Huayrurín fue el “orgullo” del parque. Salía en afiches, se tomaban selfies con él, los funcionarios lo mencionaban con aire paternalista en cada campaña ambiental. Pero mientras lo exhibían como bandera, vivía encerrado en una piscina sin condiciones óptimas, sin plan científico real, y sin presupuesto sostenible.
El Estado lo salvó del tráfico, sí.
Pero no lo liberó jamás del cautiverio. Solo lo cambió de prisión.
¿Dónde está la ciencia, GOREL?En una región que se autoproclama “amazónica”, ¿cómo es posible que el único parque con fauna viva no tenga ni un solo plan actualizado de bienestar animal, ni un equipo veterinario permanente especializado, ni protocolos públicos de cuidado y evaluación?
¿Dónde están los informes de salud de Huayrurín? ¿Dónde las auditorías externas? ¿Dónde la rendición de cuentas?
Es simple: *no existen.*
Lo que sí hay son contratos, personal improvisado, sueldos cómodos, y una administración que brilla en cemento, pero se desmorona en ética.
Autoridades de cemento, cerebros de cartón
El *Gobierno Regional de Loreto (GOREL)* lleva años obsesionado con obras visibles y cámaras encendidas. Pavimenta avenidas que se rompen en un mes, inaugura puentes a medio construir, y lanza proyectos turísticos “verdes” con contratistas que saben de biodiversidad lo mismo que de física cuántica.
Y cuando tuvo la oportunidad de usar a Huayrurín como símbolo real de educación ambiental, de turismo científico, de amor por la fauna... lo condenó al encierro y al olvido.
Huayrurín pudo haber sido un centro de investigación, un imán de aprendizaje para escolares, una joya educativa.
Pero no. Fue tratado como mascota de utilería. Como escenografía de un show político sin corazón.
Quistococha: el parque de la negligencia
¿Y los otros animales? No están mejor. Monos famélicos en jaulas oxidadas, aves estresadas sin espacio, serpientes sin enriquecimiento ambiental, recintos sin renovación ni protocolos modernos. Un parque sin ciencia, sin pedagogía, sin alma.
Lo que Quistococha necesita no es pintura ni folletos. Necesita revolución.
¿Quién responde por Huayrurín?
Que alguien del GOREL, del SERFOR, o de la GERFOR —esa entidad en ruinas que debería garantizar la fauna silvestre— muestre una sola evidencia de haber hecho algo bien por él en los últimos cinco años. Una visita técnica, un reporte veterinario serio, una mejora estructural.
Pero claro, eso no da votos. No se corta cinta con eso. No hay “selfie de entrega de medicamento para delfín”.
Lo que no se ve, no se financia. Y lo que no da rédito político, se muere en silencio.
Huayrurín murió, pero no debe callarSu historia es la de todo Loreto: un territorio de belleza infinita maltratado por funcionarios sin visión, por gestores del show, por gobernantes de farándula y operadores del saqueo institucional.
Y si su muerte no sirve para transformar el Parque de Quistococha en un verdadero Centro Amazónico de Rehabilitación, Investigación y Educación Animal, entonces no hemos aprendido nada.
Propuestas urgentes, porque ya basta:
* *Reestructuración total del Parque de Quistococha con asesoría científica real.*
* *Censo público de todos los animales cautivos, su estado, y su plan de manejo.*
* Transparencia presupuestal y auditoría externa.
* Creación de un Comité Regional de Ética y Bienestar Animal, autónomo.
* Fin de la política de exhibición sin justificación técnica.
Que la muerte de Huayrurín no sea una anécdota triste
Que sea una señal de alarma. Un antes y un después. Un grito desde el agua.
Porque mientras haya otro delfín viviendo en encierro institucional, Huayrurín seguirá muriendo.
Y nosotros, callando.
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