"¡Bien dicho Marlita! El Perú ya colapsó, pero a los de arriba les da igual"
Mientras el economista Jorge González Izquierdo lanza cifras
que deberían estremecer hasta al más blindado de corazón, desde el río Marañón,
en el silencio ancestral de la Amazonía, Marlita —una mujer de la comunidad de
Cuninico que lee UNO AL DÍA— dice lo
que muchos sienten, pero pocos se atreven a gritar:
“Bien dicho Alberto, no calles. Todo la riqueza del Perú les están llevando otros
mientras los niños se están muriendo de hambre... Para nosotros es preocupante,
pero para los mafiosos es bueno.”
Ahí lo tienen. Clarito. Desde el fondo de Loreto, desde el
fondo del país. Desde donde no llegan las cámaras, ni los discursos, ni las
promesas recicladas. Desde donde los niños tienen lombrices, pero no cuadernos.
Donde el agua está contaminada, pero las petroleras coludidas con seudo dirigentes y asesores siguen bombeando millones.
Es un testimonio breve, pero cargado de una verdad que rasga
la piel y el alma. En su forma directa, en su dolor sin adornos, Marlita
nos recuerda lo esencial: mientras se roban el país, los niños se mueren de
hambre. Y eso, para los de arriba, no es un problema, sino parte del
negocio.
La frase “para nosotros es preocupante, pero para los
mafiosos son bueno” lo dice todo: el sufrimiento del pueblo es funcional a
quienes lucran con la desgracia. La miseria se ha vuelto rentable, y el
saqueo es legal mientras haya una firma y un decreto.
Marlita no necesita teoría ni estadísticas para entender lo
que está pasando. Ella lo vive, lo ve, lo sufre. Y su testimonio vale
más que cualquier editorial de Lima.
Las cifras del colapso
González Izquierdo no vino a contarnos una fábula. Vino a
poner los números sobre la mesa:
v 47%
de los niños menores de 6 años son pobres.
v Uno
de cada dos peruanos está en la informalidad total.
v El
Estado no genera confianza ni empleo.
v La
economía está en caída libre, y nadie dice nada.
Y tú, que vives en Lima o en alguna ciudad “con suerte”, ¿de
verdad crees que esto no te toca? ¿Qué porque comes tres veces al día el país
no se está yendo al carajo?
Marlita lo sabe. Marlita lo vive. Pero también lo resiste.
¿Y los de arriba?
Los que se tumbaron a Castillo, los que levantaron la
bandera del “orden”, los que hablaban de democracia mientras negociaban puestos
en el Congreso, ahora están cómodamente saqueando lo poco que queda.
¿Acaso han convertido al Perú en Dubái como prometieron tras el golpe?
No. Lo han convertido en un campo de batalla por contratos, impunidad y
botines.
Han destruido lo poco que quedaba en pie.
Y cuando el pueblo grita, lo acusan de terrorista.
¿Y los niños?
Los que hoy tienen hambre son los que mañana serán mano de
obra barata, carne de cañón para los cárteles o votos manipulables. Por eso los
prefieren así: sin educación, sin futuro y sin voz.
Pero Marlita tiene voz. Y tú también.
El Perú profundo no está dormido
No te dejes engañar. Que no salgan a marchar con pancartas
no significa que no sientan la rabia. Que no estén organizados como los
partidos, no quiere decir que no estén hartos.
El pueblo puede estar en silencio, sí, pero no es tonto
ni ciego. Observa, aguanta, espera… pero cuando habla, lo hace con todo
el peso de la rabia acumulada y la verdad vivida. Y eso es más potente que
cualquier análisis académico o discurso de politólogo limeño.
Marlita, en pocas palabras, nos está diciendo: "No necesitamos cifras para saber
que el país está podrido; lo vivimos en carne propia."
El Perú ya colapsó. Pero el pueblo todavía puede alzarse.
Y eso es lo que más miedo les da a los de arriba.
Alberto Vela... y por Marlita también.
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