Raúl Celis López: el amigo, el periodista, el hombre que no se calló
Ayer en la madrugada asesinaron a mi amigo.
Y al escribir esto, todavía no me cabe en la cabeza.
Raúl Celis
López no era solo un periodista. Era un hermano de barrio, un compañero de
aula, un cómplice de juventud y adultez. Crecimos juntos en esta ciudad y
región que hoy nos duele. Estudiamos en la misma universidad, compartimos
sueños, miedos, desafíos. Hablábamos de lo que queríamos para Iquitos y la
región cuando todavía teníamos un poco más de veinte años y pensábamos que la
comunicación podía ser una trinchera digna. Y lo fue. Lo fue hasta que el
crimen le disparó por la espalda.

Hoy quiero
escribir no solo para contar lo que pasó —porque eso ya lo saben—, sino para
que no se olviden quién era Raúl. Porque detrás del titular sangriento
hay una vida, una historia, una causa. Y porque si no lo decimos nosotros, los
de aquí, los que crecimos con él, la memoria la escribirán otros. O peor: se
diluirá entre la sangre y el silencio.
Raúl no
buscaba fama. No le interesaba el sensacionalismo. Le interesaba que su voz
sirviera de algo. Que su espacio en radio y televisión se convirtiera en una
pequeña plataforma para decir lo que otros callaban: la corrupción descarada,
el abandono de nuestros pueblos, el crecimiento del sicariato, la impunidad con
uniforme, la podredumbre en los pasillos del poder. Raúl no estaba en guerra
con nadie, pero tampoco se arrodillaba ante nadie. Y eso —en esta ciudad que se
nos pudre por dentro— es suficiente para ser sentenciado de muerte.
¿Y ahora
qué?
Ahora vienen los pronunciamientos tibios, las marchas sin eco, los lamentos
institucionales y las promesas de siempre. Pero no basta con eso. A Raúl
no lo mataron solo los sicarios que jalaron el gatillo. Lo mató también el
sistema que permite que esos sicarios existan, que prosperen, que cobren por
matar. Lo mató el abandono político, la complicidad policial, la cobardía de quienes
sabiendo, no actúan.
Y mientras
tanto, nosotros —los que quedamos— nos quedamos con su voz retumbando en la
memoria. Con sus mensajes de WhatsApp. Con sus ideas. Con sus ganas de cambiar
las cosas. Con su terquedad y su alegría. Y con la indignación de saber que Raúl
no debía morir así. No él. No nadie.
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Anoche en el velorio de Raúl. Muchísimas personas acompañando a su familia en este momento de dolor. |
Hoy Iquitos
ha perdido a uno de sus comunicadores más valientes. Pero yo he perdido a un
amigo. Y eso duele más de lo que puedo escribir.
Pero si algo aprendí de Raúl, es que la palabra también es lucha. Y por
eso, esto no es una elegía. Es un llamado.
A no olvidar.
A no callar.
A no resignarse.
Porque
mientras el miedo gana terreno, nosotros tenemos que ganarlo con coraje. Porque
Iquitos aún tiene hijos que la defienden.
Y Raúl, hermano, tú fuiste uno de los mejores.
Hoy
exigimos justicia. No vamos a aceptar una investigación más archivada. No más
simulación. No más excusas.
Al
gobernador regional, al jefe policial, al Ministerio Público, al Gobierno
central:
Hagan lo que el pueblo espera de ustedes. Hagan su trabajo. Protejan también nuestras vidas. Cumplan con la ley. Caiga quien caiga.
Porque
Iquitos no puede permitir ni una víctima más de esta delincuencia
desatada.
Ni una víctima más del poder corrupto que la alimenta.
Raúl no
debe ser una estadística más.
Debe ser el punto de quiebre.
Y la última bala que nos despierte de una vez.
Alberto Vela
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