EsSalud: una fábrica de atención médica mecánica, apática y peligrosamente improvisada
Bienvenidos al mundo mágico de EsSalud, donde la atención médica funciona como una fábrica de embutidos clínicos: cada paciente es una ficha más en la cadena de producción, procesado a velocidad de trámite, con respuestas prediseñadas y diagnósticos estilo microondas. Aquí no se cura: se atiende —el verbo más tibio y vacío jamás creado por la burocracia sanitaria.
En este modelo, el médico ya no necesita escuchar, pensar ni examinar. ¿Para qué perder el tiempo auscultando si puede simplemente preguntar “¿dónde le duele?” y luego recetar la fórmula mágica: 120 Paracetamol + 60 Orfenadrina + 60 Gabapentina para que tomes en un mes. Receta sagrada del Santo Colegio de la Desidia Médica.
Lo mecánico no está solo en el lenguaje —frases
robotizadas como “¿en qué le puedo servir?”, “eso es por la edad”, “siga con su
tratamiento”— sino también en la ejecución: médicos que auscultan por encima
del polo, que no miran tu historia clínica porque "el sistema está
lento", y que, al menor atisbo de una pregunta incómoda, cambian de
pantalla como si estuvieran navegando en Facebook.
La apatía es el alma de EsSalud. No hay urgencias: hay colas. No hay seguimiento: hay rebote. No hay tratamiento: hay paliativo. La consigna tácita parece ser:
“Si no se queja, sobrevive. Si se queja, lo referimos. Si muere, se libera
un cupo.”
Pero lo más preocupante es lo improvisado. Porque en
teoría, el paciente llega al especialista tras una cadena lógica de
diagnósticos previos: primero medicina general, luego el especialista, luego
uno más especializado. En la práctica, el más especializado, el neurocirujano te recibe sin saber quién
eres, sin haber leído un solo informe, y te lanza la pregunta mágica:
“¿En
qué le puedo servir?”
Como si fueras cliente en una bodega, y no un ser humano que arrastra meses de
dolor, estudios, incertidumbre y resignación.
Improvisación total. El médico no sabe qué exámenes
tienes, si los medicamentos anteriores funcionaron, ni por qué te derivaron. Da
igual. Lo importante es cumplir la cuota de atención diaria.
¿Resultado? Te empastillan como si tuvieras una
ferretería en el estómago. Y si pides otra opción, te mandan a rehabilitación… pero
dentro de un mes, porque primero hay que hacer la cola para la cola.
Y mientras tanto, el paciente aprende a convivir con el
dolor, la incertidumbre y el miedo. Porque en EsSalud no te curan, te
programan. Y si te atreves a pedir algo mejor, te invitan —con voz suave y
sutil— a "buscar una opción particular", donde mágicamente el
mismo médico tiene tiempo, tiene criterio y hasta tiene diagnóstico.
Milagros que solo ocurren cuando el recibo viene con
RUC, firma y logo de consultorio privado.
Pero no te emociones: ese tiempo, criterio y
diagnóstico no son para curarte. Son para fidelizarte con elegancia,
embaucarte con lenguaje técnico y amarrarte a un tratamiento mensual que no
busca darte el alta, sino convertirte en cliente perpetuo.
Ahí, el dolor no se alivia: se gestiona.
El tratamiento no se evalúa: se repite.
Y el paciente no mejora: se acostumbra a pagar.
Estás en manos de un vendedor con bata blanca.
Y en esta tienda, la salud no es un derecho: es un producto.
Y tú, el rehén.
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