¡CRUCIFÍQUENLO! CON SUS PROPIOS CLAVOS
"Mientras los pueblos se hunden en el
barro y el olvido, ellos se trepan sobre tablas de miseria para volver al
poder. no gobiernan, posan. no planifican, mendigan aplausos. y ahora, como si
el descaro estuviera en campaña, desfilan otra vez con la misma cara de
promesas rotas, pidiendo tu voto como quien pide limosna... pero para robar
otra vez.
Que no te engañen: no son salvadores, son
recicladores profesionales del fracaso."
Mientras las calles se inundan, las casas se caen y los jóvenes se marchan sin retorno, el gobernador aparece como un apóstol de la miseria repartiendo maderitas como quien reparte estampitas. No hay proyectos, no hay visión, no hay futuro: hay cámaras, clavos y campaña. Este no es un plan de ayuda, es una estrategia de reelección montada sobre la desesperación de los pobres. ¿Y tú? ¿Vas a aplaudirle también?
Una tabla por alma, un clavo
por voto. Así reza la nueva doctrina del gobernador de Loreto, el carpintero de
la demagogia, el San José del oportunismo tropical, que no perdió tiempo en
posar —con sonrisa mesiánica y cámara bien enfocada— mientras distribuía
materiales de construcción a pobladores en extrema pobreza. Una pobreza, claro
está, cultivada con esmero por la misma clase política que hoy juega al
redentor con recursos públicos y clavos subsidiados.
Sí, querido lector, los que
ayer expulsaron a la gente del campo hoy les entregan calamina, clavos y madera reciclada para
que se cubran del olvido. El mismo gobernador que abandonó la planificación y la prevención ante desastres naturales para impedir desgracias, ahora llega, disfrazado de benefactor, con tablas en la mano y propaganda en la
otra. El milagro de la multiplicación de los votos ya está en marcha.
El gobernador no construye
futuro, construye imágenes. Cada foto suya con una bolsa de clavos o una
tablita bajo el brazo es un ladrillo más en su catedral del cinismo. No hay
políticas de vivienda digna, no hay soluciones sostenibles, pero hay gestos
teatrales y aplausos amañados. Se reparte madera como quien lanza migajas al
circo, y la gente —por necesidad, no por fe— se ve forzada a aplaudir al verdugo
que les da lo mínimo para sobrevivir en el desastre que él mismo administra.
¿Y qué importa si llueve o
truene, si se inunda o incendia el barrio? Mientras el flash dispare y la
prensa amiga aplauda, el espectáculo debe continuar. Total, el show de la
miseria es rentable en campaña. Y no se necesita cemento ni agua potable cuando
se tiene una buena estrategia de redes sociales.
Pero no nos engañemos: aquí no hay ayuda, hay chantaje emocional; no hay gestión, hay utilería electoral. Cada clavo que entrega este gobernador es un símbolo: el clavo de la crucifixión democrática, el clavo del continuismo parasitario, el clavo del cinismo con presupuesto público. Ya no es que vendan ilusiones, es que venden la necesidad como espectáculo y la humillación como plataforma política.
Así que, ciudadanos de
Loreto, la próxima vez que lo vean posar con su tabla bajo el brazo y su
sonrisa de yeso, recuerden: no está construyendo una región, está edificando su
campaña con las ruinas de su propia incompetencia. Crucifíquenlo, sí, pero
con sus propios clavos.
Alberto Vela
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