Una ciudad que se olvida de sí misma: el abandono de la memoria urbana en Iquitos
En el corazón de Iquitos, sobre la tercera cuadra de la calle Morona, se alza una casona de dos pisos cuya fachada azul, ahora ajada y cubierta de maleza, conserva aún los signos de un esplendor pasado. En el dintel se lee: 1912. Esa fecha ya debería ser suficiente para que cualquier transeúnte —y sobre todo, cualquier autoridad— se detenga a contemplar no solo una construcción antigua, sino un pedazo vital de nuestra historia urbana.
Esta casa perteneció a la familia Méndez. Su patriarca, conocido como el "Capi Méndez", no fue un ciudadano cualquiera: fue Prefecto de Loreto en una época en que ese cargo significaba liderazgo real y conexión entre el Estado y la selva profunda. Pero, además, el Capi fue un apasionado promotor del deporte y presidente del glorioso CNI —el Colegio Nacional de Iquitos—, equipo que marcó generaciones y que, durante décadas, fue sinónimo de orgullo amazónico en las canchas del Perú.
Dejar caer su casa no es solo dejar caer un edificio. Es
borrar la memoria de un hombre que dedicó su vida al servicio público y al fortalecimiento
de la identidad loretana. Esta casa, fue testigo de reuniones, generaciones,
quizás incluso de decisiones que marcaron el rumbo de Iquitos en sus años de
auge. Hoy, sin embargo, es un edificio abandonado, tragado por el descuido, el
moho, las plantas que trepan por sus balcones y el silencio. Y lo más grave: su deterioro avanza
frente a los ojos indiferentes de quienes presiden nuestras instituciones
culturales, municipales y regionales.
¿Qué clase de ciudad permite que símbolos así se desmoronen sin lucha? ¿Qué dice de nosotros que dejemos caer no solo los muros, sino las historias?
Lo que está en juego aquí no es solo una propiedad. Es la memoria
urbana de Iquitos. En sus fachadas antiguas, sus balcones coloniales, sus
ornamentos neoclásicos, se cifra una identidad que está siendo borrada por la
desidia. Esta casa no es la única: muchas otras construcciones históricas de
nuestra ciudad enfrentan el mismo destino, sin registro, sin plan de rescate,
sin asignación presupuestal.
La omisión del Estado —en todos sus niveles— es clamorosa.
El Ministerio de Cultura apenas asoma en la región salvo para burocratizar
trámites. La Municipalidad Provincial de Maynas no ha implementado ninguna
política sostenida de preservación del patrimonio arquitectónico. El Gobierno
Regional de Loreto, por su parte, parece más ocupado en mostrar megaproyectos de
cemento y ladrillo chabacanos que en salvar lo que hace de Iquitos una ciudad
distinta, con alma.
¿Qué esperamos? ¿Que se caiga por completo? ¿Que se queme? ¿Que sea demolida para que un mall o una cochera ocupe su lugar?
Este abandono es un síntoma de algo más profundo: la
miseria cultural que padecemos. Porque cuando se margina la memoria, cuando
se desprecia lo que fuimos, también se empobrece lo que podemos llegar a ser.
Una ciudad que no protege su pasado pierde fuerza para proyectar un futuro con
sentido.
La restauración de esta casa —y de otras como ella— no debe
ser solo un gesto estético o nostálgico. Debe formar parte de un plan integral
de recuperación del centro histórico, con participación ciudadana,
incentivos fiscales para propietarios, alianzas con universidades y artistas
locales, y una voluntad política clara de revalorizar el legado arquitectónico
amazónico.
Desde este espacio, exigimos a las autoridades municipales,
regionales y nacionales que declaren en riesgo y promuevan la restauración
urgente de las viviendas históricas de Iquitos. Y que se comprometan, con
presupuesto y acciones concretas, a la conservación activa del patrimonio
urbano.
Porque cada casa que se pierde es un fragmento de historia
que se borra. Y si Iquitos se olvida de sí misma, ¿quién la recordará?
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