Medifarma y el negocio de la muerte: Cuando la corrupción en el sector salud se vuelve letal
El escándalo del suero fisiológico defectuoso producido por Medifarma, que ha causado la muerte de al menos cinco personas y ha dejado a otras en estado crítico, no es un caso aislado. Es el síntoma de un sistema de salud capturado por la corrupción, donde la negligencia empresarial es apenas una pieza dentro de una maquinaria de impunidad.
El circo mediático de las
denuncias
El Ministerio de
Salud ha salido a anunciar con bombos y platillos que ha presentado denuncias
penales contra todos los involucrados, incluyendo a la clínica Sanna, Medifarma
y funcionarios de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid).
Pero, ¿qué significa realmente esto? En Perú, el guion es predecible:
escándalo, indignación pública, promesas de sanciones, y luego el olvido. Lo
hemos visto antes con otras tragedias sanitarias y lo volveremos a ver si no se
hace una verdadera reforma del sistema.
La complicidad del Estado
Es imposible que
Medifarma haya operado con estándares de seguridad deficientes sin la
complacencia de las autoridades regulatorias. La Digemid, encargada de
supervisar la calidad de los medicamentos y productos médicos, falló en su
labor. No basta con remover a los funcionarios de confianza como una estrategia
para calmar las aguas. Se debe investigar si hubo reportes previos sobre
deficiencias en los controles de calidad de Medifarma y quiénes dentro del
Estado permitieron que esta empresa siguiera operando sin consecuencias.
El reciente anuncio del gobierno sobre la emisión de un Decreto de Urgencia para garantizar el abastecimiento de suero fisiológico sin devolver el registro sanitario a Medifarma genera serias dudas. Por un lado, se insiste en que se usarán los lotes de Medifarma que ya estaban almacenados, afirmando que han pasado por un doble control de calidad. Sin embargo, ¿cómo puede la ciudadanía confiar en estos productos cuando la empresa ya ha demostrado fallas graves en su proceso de producción?
Además, en un
intento de desviar la responsabilidad, el Minsa señala que la clínica SANNA
notificó con retraso los efectos adversos. Pero este argumento expone aún más
la negligencia del propio Estado: si el sistema de regulación funcionara
correctamente, los errores en la fabricación del suero fisiológico debieron
haberse detectado antes de su distribución. Esto demuestra la falta total
de monitoreo y control por parte de Digemid y el Minsa, que solo reaccionaron después
de que las muertes fueron reportadas.
Empresas que lucran con la vida
Medifarma no es la primera ni será la última empresa farmacéutica que antepone sus ganancias a la seguridad de los pacientes. La diferencia es que esta vez su negligencia ha sido imposible de ocultar. En un país donde el sector salud está repleto de proveedores que inflan precios, venden productos de mala calidad y compran favores políticos, la tragedia era solo cuestión de tiempo. La pregunta es: ¿cuántas vidas más se perderán antes de que se tomen medidas reales?
El ministro de Salud
ha declarado que acelerará los trámites para nuevos registros sanitarios con la
intención de romper el oligopolio de medicamentos en el país. Sin embargo, el
Estado ha sido cómplice de la concentración del mercado en pocas manos. ¿Por
qué se esperó hasta una tragedia para tomar estas medidas?
El costo de la impunidad
Si la corrupción
sigue permitiendo que empresas como Medifarma operen sin supervisión real, este
tipo de tragedias se repetirá una y otra vez. No basta con clausurar
temporalmente un laboratorio ni con titulares rimbombantes sobre
investigaciones. Se necesita una purga completa del sistema de regulación y una
política de tolerancia cero hacia las empresas que juegan con la vida de los
peruanos.
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Tecnología que mata |
La destitución de
Sonia Delgado, directora de Digemid, parece ser solo una jugada política para
evitar sospechas sobre la investigación. Pero el problema no es solo una
persona, sino todo el sistema que ha permitido esta negligencia. Si el caso de
Medifarma se diluye, quedará demostrado una vez más que en Perú la vida humana
vale menos que los intereses económicos de unos cuantos.
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