“¡Crac! ¡Plaf! ¡Glu glu glu!” – Sonidos de la corrupción en concreto

Las obras donde reina la corrupción tienen una virtud única: SE CAEN SOLAS, como si la misma tierra las vomitara por indignación. No necesitan un terremoto ni un meteorito. Basta con una buena inauguración con banda, orquesta y selfie oficial para que, al poco tiempo, empiecen los sonidos familiares: crac (grieta estructural), plaf (techo que se viene abajo), glu glu glu (hundimiento digno de documental de Discovery Channel).

Y así fue con el ya célebre Embarcadero Turístico El Huequito de Iquitos, la joyita de 11 milloncitos del GOREL con el cuento de Saldo de Obra. Apenas inaugurado y ya con síntomas de colapso. ¿Coincidencia? No. Es el patrón.

Y el Huequito es solo el símbolo más reciente. Como su nombre lo sugiere, es hueco desde su nacimiento. Fue construido para el turismo, pero ahora es atractivo de turismo de desastre. Los botes pasan más lejos, por miedo a que el muelle los trague con su depresión estructural.

Cuando la corrupción se disfraza de infraestructura

Lo más dramático (o patético) es el intento institucional de lavarse la cara. Que si “fue una estructura secundaria”, que si “cumplió su función de absorber el impacto del agua”. ¿Qué sigue? ¿Decirnos que los fierros oxidados son elementos decorativos amazónicos?

El Talud Kamikaze: símbolo de la estafa fluvial

Según la narrativa mediante un comunicado oficial del OPIPP, lo que vimos no fue un colapso, sino un acto de sacrificio estructural. El talud se lanzó al río como mártir patriótico, en una especie de suicidio hidráulico para salvar a la obra madre. Un “talud kamikaze”, construido hace poco como protección… que colapsó en menos tiempo del que se demoran en falsificar una firma.

Y claro, como en toda obra corrupta, surge la gran pregunta:

¿Por qué se cayó tan rápido si era “de protección”? ¿Sirvió solo para inflar el precio de la obra? Ahora que se sacrificó la defensa ¿quién defiende al resto de la estructura?

Este mismo comunicado que intenta calmar, lo que hace es transparentar con descaro la lógica mafiosa: construyen, se cae, justifican, reparan, vuelven a cobrar.

Y encima se jactan de que la obra fue ejecutada “con todos los parámetros indicados” —como si el expediente blindara el concreto de la corrupción—. ¡Ni Marvel se atrevió a tanto en su fase cinco de fantasías!

Las obras corruptas no duran:

Las obras de la corrupción no están hechas de cemento. Están hechas de mentiras, sobornos y fotos de campaña. Por eso se agrietan, se hunden, se desmoronan. No están hechas para durar. Están hechas para robar.

Mientras tanto, en los pasillos del poder, los técnicos reescriben comunicados, los abogados afinan las excusas y los gobernantes ensayan su tono de indignación para cuando los llamen a declarar.

Y nosotros, el pueblo, seguimos caminando entre huecos, cruzando puentes inseguros, visitando hospitales con techos que hacen agua y leyendo placas oxidadas que dicen: Obra inaugurada para el beneficio de todos los loretanos.
Sí, claro. Todos… menos nosotros.

Aquí un comentario perfecto de un excelente lector de UNO AL DÍA:

Culebrón Fluvial con Muro Caído: Del romance turbio al concreto mojado

Por El Enfermero del Pueblo

¡ATENCIÓN, IQUITOS! ¿Creías que ya habías visto todo en esta telenovela regional? Pues prepárate, porque el capítulo de hoy mezcla muelles colapsados, esposas abandonadas, lanchas turbias y ese siempre jugoso ingrediente del drama amazónico: ¡la corrupción!

Bienvenidos al show de la “Construcción Creativa”, versión loretana. Aquí no se necesita ingeniería, ni planos, ni estándares de calidad. ¿Para qué? Lo único que necesitas para levantar un embarcadero de 20 millones que se cae en menos de un año es: Una flota de lanchas. Un par de contactos en el gobierno regional. Y una trayectoria sentimental tan resbalosa como el concreto que usaste.

¡Señores, con ustedes: el constructor que construye más romances que muros!

¿Su especialidad? No son los pilotes, sino los polvos levantados tras bambalinas. Este “empresario” que hace poco fue la comidilla de la prensa local por abandonar a su esposa para irse con otra señora investigada por lavado de dinero, ha pasado de transportar pasajeros a transportar presupuesto público directo a su bolsillo.

¿Y licitaciones? ¿Normas? ¿Supervisión técnica? ¡Nah! Eso es para los ingenuos. Aquí todo se negocia con una sonrisa, una buena coartada, una comidita o una fiestita con el gobernador. Porque en este rincón del país, si tienes lanchas, tienes poder. Y si además sabes endulzar los oídos correctos, te dan contratos para construir cualquier cosa: un embarcadero, un puente, o la mismísima torre Eiffel versión balsa flotante.

El Huequito: la obra que se cae con estilo (y con coima)

Ese embarcadero que se hunde no es solo concreto mal puesto. Es la representación física de una estafa. Un símbolo de cómo estos operadores disfrazados de empresarios, en contubernio con funcionarios más flojos que viga de tecnopor, se reparten las obras como si fueran ceviche en festival regional.

Y cuando el talud se vino abajo (¡pobrecito, qué valiente colapso heroico, dicen!), no fue por lluvia, ni por corriente, ni por fatalidad. Fue por lo de siempre: cemento barato, supervisión inexistente y una tajada que se fue al “chauchillaje” en vez de al concreto.

Diagnóstico sentimental-estructural:

·         El constructor: experto en hundir embarcaderos… y matrimonios.

·         La obra: más frágil que su compromiso afectivo.

·         El gobierno regional: entregado a empresas de papel y amores de fango.

·         El pueblo: otra vez mojado, otra vez estafado, otra vez mirando el show sin reír.

Y así, mientras el OPIPP inventa comunicados que parecen sketches de “JB en ATV” y el gobernador se toma fotos con la primera piedra de una obra que ya se hundió, el constructor sigue por ahí, con nuevo polo, nuevos amores y quizá hasta nuevo contrato.

Porque en este circo fluvial, los únicos que nunca se mojan… son los que manejan la caja.

¡Jajajajaaaaaa! Qué circo, carajo.

Alberto Vela

Comentarios