¡Perdón! Ayer fue tu Día Querida Amazonía Peruana: ¡Hoy te celebro!
Ayer, 12 de febrero, se celebró el Día de la Amazonía Peruana. Hoy te rindo homenaje a ti que eres vida, lucha y esperanza. Para los amazónicos, la selva no es solo un lugar, sino el latido de nuestra identidad. Es hogar, es cultura, es historia y es resistencia. Es también una fuente de conocimiento ancestral que ha sustentado a generaciones con su biodiversidad y sus ríos caudalosos, forjando una relación única entre la naturaleza y sus habitantes.
La
Amazonía merece ser celebrada con belleza y verdad
La
Amazonía no es solo un territorio, es un universo. Un inmenso pulmón verde
donde la vida estalla en mil formas, colores y sonidos. Sus ríos son arterias
caudalosas que serpentean la tierra, llevando agua y fertilidad a los suelos
que han nutrido civilizaciones ancestrales. Sus bosques son catedrales vivas
donde cada árbol centenario es testigo de la historia del mundo, cada hoja
murmura secretos y cada brisa susurra mitos que han dado identidad a pueblos
enteros.
Pero
no basta con hablar de su esplendor natural; la Amazonía merece ser celebrada
con belleza y verdad.
La
belleza de la Amazonía
La
belleza de la Amazonía no es solo visual. No se limita a sus atardeceres
dorados reflejados en ríos infinitos ni a la explosión de colores en sus aves y
flores. Su belleza es también la de sus pueblos, de su diversidad cultural, de
los cantos y danzas que narran el alma de la selva. Es la belleza de su idioma,
de sus saberes, de la cosmovisión que entiende que el ser humano no es dueño de
la tierra, sino parte de ella.
Es
la belleza de la abundancia bien gestionada, de los frutos medicinales que han
sanado generaciones, de los peces que alimentan comunidades, de los árboles que
dan sombra y sustento. Es la belleza de la resistencia, del rostro curtido de
los pescadores y agricultores que luchan cada día contra la adversidad sin
perder la esperanza.
La
verdad de la Amazonia
Pero
la Amazonía no solo es belleza; Es también una historia de dolor, de saqueo, de
lucha constante contra la codicia y la ignorancia. No puede ser celebrado con
falsos discursos de conservación que marginan a su gente, ni con promesas
huecas de desarrollo que solo benefician a unos pocos.
La
verdad de la Amazonía es que ha sido explotada por siglos sin recibir justicia.
Que sus habitantes han sido invisibilizados, reducidos a cifras en informes o a
imágenes exóticas en campañas internacionales, sin que se reconozcan sus
derechos, sus voces ni sus necesidades reales.
La
verdad es que los recursos de la selva han enriquecido a muchos fuera de ella,
mientras su gente sigue sin acceso a agua potable, educación de calidad o
empleo digno. Que los grandes proyectos extractivos han dejado destrucción a su
paso, sin reparar el daño social y ambiental. Que la Amazonía no puede seguir
siendo un territorio de sacrificio para el beneficio de otros.
Celebrarla
con belleza y verdad es un acto de justicia
Celebrarla
con belleza y verdad significa reconocer su esplendor, pero también sus
heridas. Significa admirar sus paisajes sin olvidar las amenazas que los
acechan. Significa exaltar su cultura sin permitir que sea desplazada.
Significa
dejar de ver la Amazonía como un simple recurso y comenzar a verla como lo que
es: un hogar, una nación viva dentro de un país que le ha dado la espalda
demasiadas veces.
Celebrarla
con belleza y verdad es comprometerse con su gente, con su desarrollo
sostenible, con su dignidad. Es construir un futuro donde la Amazonía no sea
solo un refugio de vida para el mundo, sino un territorio donde sus propios
habitantes puedan vivir con bienestar y justicia.
Porque
la selva no es solo un paisaje, es una promesa. Y esa promesa merece ser
cumplida.
Alberto Vela
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