El Derecho del Pueblo Palestino sobre sus Tierras: El Nuevo Colonialismo y la Repartición de Gaza
El 1 de febrero de 2025, tras una reunión con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el presidente de Estados Unidos Donald Trump declaró públicamente que “la Franja de Gaza será entregada a Estados Unidos por Israel al final de la lucha”, aseguró que ese territorio puede ser desarrollado económicamente y ser convertido en "la Riviera de Medio Oriente". y que los palestinos serían “reasentados en comunidades mucho más seguras y hermosas, con casas nuevas y modernas, en la región”.
Estas declaraciones, que evocan los tiempos más oscuros del colonialismo, desataron una ola de indignación internacional. ¿Con qué derecho Estados Unidos se arroga la autoridad de decidir el futuro de un territorio que no le pertenece? ¿Cómo puede Israel “entregar” un territorio que no es suyo, que bombardeo cobardemente matando impunemente a sus habitantes, sin violar el derecho internacional y la soberanía de un pueblo que ha habitado esa tierra por siglos?
Las implicancias de
este discurso son alarmantes. No solo plantea la ocupación y administración de
Gaza por parte de Estados Unidos, “los palestinos deben irse permanentemente”, sino
que también sugiere la expulsión de la población palestina en un claro
intento de limpieza étnica, algo que el derecho internacional condena
categóricamente.
Este anuncio no
puede ser visto como una simple retórica política. Refleja el viejo modelo de
conquista disfrazado de "reconstrucción", en el que grandes potencias
como Estados Unidos a través de Israel su puesto de avanzada en Medio Oriente, destruyen
primero y luego imponen su versión de progreso sobre las ruinas que ellos
mismas crearon. Pero el derecho internacional es claro: ni Trump, ni
Netanyahu, ni ningún otro líder extranjero tiene la autoridad legal ni moral
para decidir el destino de Gaza.
A continuación, presentamos un análisis detallado basado en el derecho internacional y los principios fundamentales que protegen la autodeterminación de los pueblos, desmontando la falsa narrativa de que Gaza puede ser repartida como un botín de guerra.
Ni Imperios ni Potencias Pueden Rediseñar el Mundo a su
Conveniencia
La historia está llena de episodios en los que Estados
Unidos ha decidido el destino de naciones y pueblos sin su consentimiento,
imponiendo nuevas fronteras, gobiernos títeres o modelos económicos que solo
benefician a quienes detentan el poder global. Hoy, una vez más, el mundo es
testigo de este viejo patrón: la destrucción de Gaza seguida de propuestas para
su “reconstrucción” bajo términos dictados por quienes no tienen ningún derecho
sobre ese territorio ni sobre su futuro.
Pero ¿qué dice el derecho internacional? ¿Realmente una
potencia, por más influyente que sea, puede rediseñar un país o un territorio
según sus propios intereses? La respuesta es clara: NO.
1. La autodeterminación de los pueblos: Un derecho inalienable
El derecho a la autodeterminación es un principio
fundamental del derecho internacional consagrado en la Carta de las Naciones
Unidas (artículo 1, párrafo 2) y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos (artículo 1). Este derecho establece que todos los pueblos
tienen la libertad de determinar su propio destino político, económico, social
y cultural sin injerencias externas.
Gaza no es un territorio vacío ni un premio de guerra
para ser repartido entre potencias extranjeras. Gaza es Palestina. Sus
habitantes son quienes deben decidir su futuro.
2. La prohibición del uso de la fuerza para alterar
fronteras
La comunidad internacional, a través de la Carta de la ONU
(artículo 2, párrafo 4), prohíbe el uso de la fuerza para adquirir territorio o
cambiar fronteras. Cualquier intento de redibujar el mapa a conveniencia de
una potencia extranjera constituye una violación flagrante del derecho
internacional.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) también considera crimen de guerra la ocupación y anexión de territorios mediante la fuerza, así como el desplazamiento forzado de poblaciones.
3. La responsabilidad de las potencias ocupantes
Israel, como potencia ocupante, tiene obligaciones bajo la Convención
de Ginebra de 1949, que prohíbe el castigo colectivo, el desplazamiento
forzoso de población y la destrucción de bienes esenciales para la vida de los
civiles. A su vez, cualquier país que facilite o se beneficie de estas acciones
como Estados Unidos, se convierte en cómplice de crímenes de guerra.
4. La memoria histórica y la resistencia de los pueblos
Los imperios han caído una y otra vez a lo largo de la historia
cuando han ignorado la voluntad de los pueblos. Desde la lucha de los argelinos
contra el colonialismo francés hasta el fin del apartheid en Sudáfrica, la
justicia puede tardar, pero siempre llega.
El derecho internacional y la moral dictan que ningún
gobierno, por poderoso que sea, tiene derecho a rediseñar territorios como si
fueran un tablero de ajedrez. La prensa global puede guardar silencio, pero la
verdad no puede ser sepultada. Las decisiones sobre Gaza no pertenecen a
Washington, Tel Aviv o cualquier otra capital extranjera. Pertenecen
exclusivamente al pueblo palestino.
Este es el tipo de información que la prensa debería estar difundiendo, pero no lo hace porque se ha convertido en portavoz del poder. Es nuestro deber narrar la realidad desde la justicia y los derechos fundamentales de los pueblos. Si el periodismo no denuncia, entonces es propaganda.
Lo que Trump y Netanyahu pretenden hacer con Gaza puede
calificarse como neocolonialista, ilegítimo, criminal, despótico,
imperialista y genocida.
Es neocolonialista porque busca imponer el dominio de
potencias extranjeras sobre un territorio sin respetar la autodeterminación de
su pueblo.
Es ilegítimo porque va en contra del derecho internacional y de la
soberanía palestina.
Es criminal porque implica la expulsión forzada de una población, lo que
puede constituir un crimen de guerra o un crimen de lesa humanidad.
Es despótico porque ignora por completo la voluntad del pueblo palestino
y se basa en la imposición del poder por la fuerza.
Es imperialista porque refleja la ambición de expandir la influencia de
EE.UU. e Israel sin importar las vidas que destruyen en el proceso.
Y es genocida porque, además de la masacre ya perpetrada en Gaza,
plantea el desplazamiento de toda una población, lo que es parte de la
definición de genocidio según la Convención de la ONU.
Cualquier intento de disfrazarlo como un plan de
“reconstrucción” es simplemente propaganda para justificar una atrocidad.
Al final,
Las Potencias y los Dinosaurios: Siempre tienen el mismo
final
Los dinosaurios dominaron la Tierra durante más de 160
millones de años, creyéndose invencibles en su reinado. Gigantescos, imponentes
y adaptados a su entorno, parecían indestructibles. Sin embargo, un evento
catastrófico—ya sea un asteroide o una serie de erupciones volcánicas—acabó con
su dominio de forma abrupta. Su extinción marcó el fin de una era y abrió paso
a nuevas especies, demostrando que ningún poder, por grande que sea, es eterno.
Hoy, las grandes potencias del mundo se asemejan a esos
colosos prehistóricos. Estados Unidos, Israel y otras fuerzas que creen
controlar el destino del planeta se comportan como si su supremacía estuviera
asegurada para siempre. Usan la fuerza, el miedo y la manipulación mediática
para imponer su voluntad sobre naciones más pequeñas, convencidos de que nada
puede desafiar su hegemonía. Pero como los dinosaurios, ignoran que toda era
de dominio tiene un final y que los cambios en la historia son inevitables.
El meteorito que acabó con los dinosaurios fue un fenómeno natural. En el caso de estas potencias, su "meteorito" será la acumulación de sus propios excesos: su arrogancia, su desprecio por los pueblos que oprimen y su incapacidad de adaptarse a un mundo que clama justicia. La resistencia de las naciones, la reconfiguración geopolítica y el colapso de sus propias estructuras de poder serán los factores que los llevarán a la extinción.
Los dinosaurios desaparecieron y la vida continuó sin ellos.
Lo mismo ocurrirá con estas potencias: cuando caigan, la humanidad
encontrará nuevas formas de organización y los pueblos que hoy sufren su yugo
construirán su propio destino, libres de sus opresores.
Alberto Vela
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