304 Algo para tener en cuenta: ¿Las ganancias son más importantes que la vida? El caso Boeing que expone el lado oscuro del corporativismo estadounidense
La empresa Boeing se declaró culpable de conspiración para cometer fraude luego de que las autoridades en Estados Unidos descubrieron que la empresa incumplió un acuerdo que pretendía reformarla tras dos accidentes fatales de sus aviones 737 Max en los que murieron 346 pasajeros y tripulantes.
En una audiencia celebrada el junio 2024 en el Congreso de los Estados Unidos, el director ejecutivo de Boeing, David Calhoun*, fue confrontado por un congresista, Josh Hawley, que no se anduvo con rodeos: “¿Qué están priorizando: las ganancias de los accionistas o la seguridad de sus aviones? Porque los resultados muestran que no es ambas”. Esta pregunta, tan sencilla como devastadora, dejó al descubierto las fallas sistémicas de una de las empresas más icónicas de la industria aeronáutica.
El congresista,
visiblemente indignado, señaló que mientras los trabajadores temen por sus
empleos y los pasajeros por su seguridad, Calhoun recibió un aumento del 45% en
su salario, alcanzando los 32.8 millones de dólares en un solo año. Todo esto
en medio de una crisis de confianza tras los accidentes fatales del 737 MAX que
dejaron 346 muertos.
Boeing, una
sombra de lo que fue
Boeing no
siempre fue así. Alguna vez fue un pilar de la ingeniería, un símbolo del sueño
americano. Sus aviones eran sinónimo de innovación, calidad y seguridad. Pero
algo cambió. Las prioridades se desviaron, y el enfoque pasó de construir los
mejores aviones del mundo a maximizar las ganancias a cualquier costo.
El caso del 737
MAX lo dice todo. Para competir con Airbus, Boeing apresuró el desarrollo del
avión, implementando un software, MCAS, que resultó ser defectuoso. Peor aún,
se ocultó información clave a los pilotos y se omitió la capacitación necesaria
para ahorrar costos. Las consecuencias fueron catastróficas: dos accidentes
mortales en menos de un año.
Los
culpables: más allá de Boeing
Pero este
escándalo no es solo culpa de Boeing. La Administración Federal de Aviación
(FAA), encargada de regular la seguridad aérea, permitió que Boeing certificara
aspectos críticos del diseño del avión. ¿Cómo es posible que una agencia
reguladora delegue su responsabilidad a la misma empresa que está siendo supervisada?
Este tipo de
colusión revela una verdad inquietante: las corporaciones como Boeing no solo
dominan sus mercados, sino que también ejercen una influencia desproporcionada
sobre las instituciones gubernamentales. Cuando una empresa puede dictar sus propias
reglas, ¿quién protege al público?
El patrón
detrás del caos
El caso de
Boeing no es único. Grandes corporaciones de diversas industrias han adoptado
estrategias similares:
- Maximizar ganancias recortando
costos críticos:
Desde la reducción de estándares de seguridad hasta la precarización
laboral.
- Captura de reguladores: Colocando a aliados en puestos
clave para evitar sanciones o auditorías reales.
- Rescates gubernamentales: Cuando sus acciones irresponsables
resultan en crisis financieras o tragedias humanas, estas empresas son
"salvadas" con dinero público.
Lo que ocurrió
con Boeing ya lo vimos en 2008 con los gigantes financieros de Wall Street. Las
instituciones responsables de una de las peores crisis económicas en la
historia moderna no solo evitaron sanciones severas, sino que fueron rescatadas
con miles de millones de dólares provenientes del bolsillo de los
contribuyentes.
¿Quién paga
el precio?
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Familiares de la victimas de la negligencia |
Mientras tanto,
los accionistas celebran dividendos históricos y los ejecutivos continúan
recibiendo bonificaciones exorbitantes.
¿Qué se
puede hacer?
Este caso
plantea una pregunta urgente: ¿quién debe rendir cuentas? Y la respuesta no
puede limitarse a sanciones simbólicas o promesas vacías. Es necesario un
cambio estructural:
- Reguladores independientes y
fuertes: Las
agencias como la FAA deben ser inmunes a la influencia corporativa.
- Responsabilidad ejecutiva: Los CEOs deben ser legalmente
responsables por las decisiones que ponen en peligro vidas humanas.
- Transparencia y participación
ciudadana: El
público debe exigir claridad en las operaciones de estas empresas y sus
relaciones con el gobierno.
- Límites a las compensaciones
ejecutivas: No se
puede permitir que los ejecutivos sean recompensados por políticas que comprometen
la seguridad y el bienestar de las personas.
¿Boeing es
un espejo?
El caso de
Boeing es una advertencia. Representa el declive ético de las corporaciones,
donde las ganancias se colocan por encima de la vida humana. Pero también es un
espejo de un sistema más amplio, donde las empresas dominan la política, las
regulaciones y, en última instancia, nuestras vidas.
Si no se toman
medidas ahora, no solo Boeing está en peligro; lo está la confianza en las
instituciones, la seguridad de los pasajeros y la integridad del sistema
económico global.
La pregunta final es: ¿permitiremos que esta dinámica continúe o exigiremos un cambio real? Porque, al final, cuando los aviones caen, no solo es culpa de la gravedad.
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Avión Boeing 737 MAX 8 de Ethiopian Airlines, siniestrado. |
Uno de los aspectos más indignantes de estos escenarios: La impunidad que prevalece.
En casos donde
se demuestra negligencia, corrupción o incluso colusión directa entre entidades
reguladoras y empresas, las sanciones son, en el mejor de los casos,
simbólicas. Las pocas veces que se procesan casos de alto perfil, las
consecuencias reales para los responsables suelen ser mínimas y
desproporcionadas en comparación con el daño causado a la sociedad.
¿Por qué
nadie paga realmente sus culpas?
- Cárceles simbólicas y acuerdos
"a medida":
Cuando los responsables enfrentan la justicia, suelen negociar acuerdos favorables. Es común que acepten culpas menores a cambio de penas reducidas, multas irrisorias o incluso medidas sustitutivas, como arresto domiciliario. - Redes de poder y protección:
Los culpables suelen estar protegidos por redes de influencia que los blindan. Estas redes incluyen políticos, jueces, fiscales y otros actores que garantizan que las consecuencias sean más teatro que justicia real. - El peso del dinero:
Las grandes corporaciones o ejecutivos implicados pueden pagar abogados costosos, manipular procesos judiciales y utilizar su poder económico para influir en las decisiones. Esto crea una justicia desigual, donde los ricos salen prácticamente ilesos mientras que los pobres enfrentan todo el peso de la ley. - Falta de voluntad política:
Los gobiernos, muchas veces alineados con intereses corporativos, evitan sancionar con severidad a figuras clave, temiendo represalias económicas, como disminución de inversiones o retiro de empleos. - Legislación débil:
En muchos países, las leyes están diseñadas para proteger más a las empresas que a las personas. Las penas por delitos corporativos o ambientales suelen ser bajas, y las sanciones económicas no suelen representar un verdadero castigo para las grandes compañías.
Hasta que no haya consecuencias reales, como años de cárcel efectiva y reparaciones económicas sustanciales, seguiremos viendo cómo los responsables de desastres sociales y económicos salen indemnes, mientras que el peso de sus acciones recae sobre los más vulnerables. La justicia debe volverse un verdadero disuasivo, no un simple trámite para lavar la cara de los poderosos.
* David Calhoun, CEO saliente de Boeing, fue interrogado acerca de la seguridad, la transparencia y los estándares de calidad de la compañía, durante una audiencia ante una subcomisión del Senado de Estados Unidos. Criticado por no renunciar ante los distintos incidentes en los aviones Boeing, Calhoun enfrentó a una subcomisión que presentó nuevos alegatos de que Boeing intentó ocultar ante el regulador partes defectuosas instaladas en sus aviones.
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