301 "Qué carajo me importa si el pisco es peruano o chileno si el Perú está al borde del infierno" ¡FELIZ AÑO 2025!
Mientras el país se consume en debates banales, como si el pisco es peruano o chileno, la realidad nos grita en la cara: el Perú está al borde del infierno. Lo que debería ser un motivo de vergüenza nacional no es siquiera tema de discusión. Estamos tan hundidos en la indiferencia, la cobardía y la conveniencia que hemos perdido la capacidad de indignarnos, de actuar, de exigir.

Javier Maza, es un politólogo peruano radicado en Norteamérica. Mediante un podcast hace una reflexión cargada de datos duros que ha reunido, y hace una crítica severa sobre las prioridades sociopolíticas en el Perú, refleja una crisis terrible, destacando problemas de hambre, desnutrición, pobreza, desigualdad económica, informalidad laboral, abandono infantil, abuso sexual y violencia de género. Estos datos son alarmantes y muestran un panorama de desigualdad estructural que afecta principalmente a los sectores más vulnerables de este país.
¿Dónde estamos parados?
En un país donde 16 millones de personas pasan hambre, sería lógico pensar que la lucha contra la desnutrición y la pobreza debería ser la prioridad absoluta. Pero no lo es. Mientras tanto, gastamos energías en celebrar premios gastronómicos, ignorando la ironía de que el reino del ceviche y el lomo saltado tiene millones de niños con el estómago vacío.
¿Qué nos pasó?
Nos volvimos cómodos. Nos volvimos ciegos. Elegimos mirar para otro lado porque enfrentar esta realidad significa reconocer nuestra complicidad. ¿Cómo es posible que aceptemos que 10 millones de peruanos vivan en la pobreza, que 600 mil más caigan en ella cada año, mientras los ministros y congresistas reciben sueldos exorbitantes que no reflejan ni una pizca de resultados? ¿Cómo permitimos que dos millones de compatriotas intenten sobrevivir con menos de 250 soles al mes?
El descaro de la clase política y sus valedores:
Los políticos peruanos no solo son incompetentes; son símbolos de la deshumanización que nos consume. Mientras congresistas y ministros se reparten 30 mil soles al mes, mientras blindan sus privilegios y legislan para sus propios intereses, el país se desmorona. Y lo hacen protegidos por un sistema de militares y policías corruptos que no defienden al pueblo, sino a las élites antipatrióticas que saquean las arcas de la nación.
¿Y nosotros?
Nosotros también somos responsables. Porque no basta con culpar a los políticos si, como sociedad, hemos permitido que esta calamidad se normalice. La cobardía nos inmoviliza, la conveniencia nos corrompe, y la indiferencia nos condena. Nos movilizamos por un gol anulado, pero no por las 1,400 vidas infantiles abandonadas en las calles cada año. Nos indignamos por cualquier nimiedad, pero no por las 15 niñas entre 10 y 14 años que quedan embarazadas cada día producto de violaciones.
¿Esta es una nación o un país fallido?
Un país donde 22 mujeres son violadas diariamente no puede llamarse una nación en el sentido más humano de la palabra. Una nación implica un proyecto común, una comunidad que cuida de sus miembros, que protege a los más vulnerables. Pero el Perú parece haberse convertido en un territorio de sálvese quien pueda, donde cada cual lucha por lo suyo y poco importa el destino colectivo.
El reino de la informalidad
Tres de cada cuatro trabajadores en el Perú están en la informalidad. Eso significa que el 80% de los empleos no tienen seguro, estabilidad ni derechos básicos. Los peruanos literalmente dependen de sus propias manos para sobrevivir. Si se enferman, si los despiden o si sufren un accidente, están solos.
La gran mentira de la identidad nacional:
Nos llenamos la boca hablando de orgullo nacional, pero ¿qué orgullo puede haber en un país donde el hambre, la violencia y la desigualdad son moneda corriente? Celebramos el pisco, el ceviche, la cultura milenaria, pero ignoramos que el presente es un desastre. ¿De qué sirve el pasado glorioso de los incas si no podemos garantizar un futuro digno para nuestros hijos?
El cambio que no llega
Muchos dirán que el cambio es imposible, que el sistema está podrido desde las raíces. Pero esa resignación es precisamente lo que perpetúa este estado fallido. La transformación no vendrá de los políticos; vendrá del pueblo. Sin embargo, para que eso suceda, debemos despertar. Debemos dejar de ser espectadores pasivos y cómplices del poder político por un plato de lentejas y convertirnos en actores del cambio.
¿Qué carajo importa si el pisco es peruano o chileno?
No importa. Lo que importa es que estamos fallando o ya fallamos como sociedad. Que hemos permitido que la miseria, la violencia y la desigualdad definan lo que somos. Que seguimos perdiendo tiempo en discusiones triviales mientras el país se desangra.
El precio de la indiferencia
Estos datos no son nuevos, pero tampoco son visibles. Los medios tradicionales, controlados por intereses políticos y económicos, no quieren que sepas esto. Prefieren mantenernos distraídos con debates triviales, como si el pisco es peruano o chileno, o si la gastronomía ganó otro premio internacional. ¿Por qué? Porque mientras estamos distraídos, ellos siguen saqueando al país,
¿Qué vamos a hacer?
La respuesta no puede ser seguir como hasta ahora. La indiferencia nos está matando. Si queremos evitar que el Perú caiga definitivamente en el abismo, debemos empezar por cuestionarnos: ¿Qué estoy haciendo yo para cambiar esta realidad? ¿Por qué permito que los políticos sigan saqueando mi futuro y el de mis hijos? ¿Cuándo fue la última vez que prioricé lo colectivo sobre lo individual?
El Perú que merecemos
El Perú puede ser un país digno, pero para eso necesitamos despertar. No podemos seguir siendo el país de la gastronomía insuperable, pero con millones de hambrientos; el país de los congresistas millonarios, pero con millones de pobres; el país de los debates triviales mientras las niñas son violadas y los bebés abandonados.Es hora de dejar de celebrar lo superficial y empezar a construir un país donde todos tengamos una vida digna. Porque si no lo hacemos ahora, mañana puede ser demasiado tarde. ¿Tienes el valor de cambiar esta realidad? El primer paso es no quedarte callado.
El Perú no cambiará por sí solo. Si no actuamos ahora, si no despertamos, lo único que nos espera es un país fallido, un infierno del que no habrá retorno. ¿De qué lado quieres estar?
¡Feliz Año 2025!
(Alberto Vela)
Fuente: Podcast Javier Maza https://www.youtube.com/watch?v=LPGwpOQ2zZE
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