275 La ausencia de modelos exitosos: el obstáculo invisible para el cambio en Loreto y el Perú
La transformación de una sociedad no comienza con recursos ni talento, sino con la visión de un futuro diferente. Sin embargo, ¿cómo construir ese futuro cuando la población nunca ha experimentado un gobierno honesto, transparente y comprometido con el desarrollo sostenible? En Loreto, como en muchas otras regiones del Perú, la falta de referentes positivos no solo es una carencia histórica, sino un obstáculo psicológico, cultural y político profundamente arraigado. Este vacío de ejemplos de buen gobierno ha condicionado a generaciones enteras a aceptar la mediocridad, la corrupción y el subdesarrollo como si fueran las únicas posibilidades, el único camino.
El peso de la historia: una condena aceptada
En Loreto, los gobiernos han sido sistemáticamente capturados por una élite política y económica que prioriza sus propios intereses sobre el bienestar común. Desde alcaldías hasta el gobierno regional, las historias se repiten: fondos públicos desviados, obras inconclusas, promesas vacías y una total falta de rendición de cuentas. Este patrón ha generado en la población una percepción de normalidad en la corrupción y la ineficacia, como si gobernar fuera inherentemente un ejercicio de abuso y saqueo.
En este contexto, la gente no solo carece de ejemplos de buen gobierno, sino que ha sido expuesta a una narrativa persistente: "Así son las cosas y no van a cambiar". Esta resignación colectiva se convierte en un obstáculo invisible pero poderoso, que frena cualquier intento de cambio porque la gente ni siquiera imagina que algo diferente sea posible.
Las consecuencias de la falta de referentes.
La ausencia de un modelo positivo de gobernanza genera múltiples efectos negativos en la sociedad:
Normalización de la corrupción: Cuando toda experiencia de gobierno está asociada con prácticas corruptas, estas se perciben como inevitables. La gente deja de indignarse por los escándalos y, en lugar de exigir justicia, opta por la renuncia. Incluso se desarrolla un lenguaje que justifica el abuso: “Todos roban, pero al menos que hagan algo”.
Desconfianza generalizada: La corrupción endémica destruye la confianza en las instituciones. La población no cree en las promesas de campaña, en los planos de desarrollo ni en la capacidad del Estado para actuar en su beneficio. Esta desconfianza también se extiende a posibles liderazgos alternativos, que son vistos con escepticismo, bajo la creencia de que "todos terminan siendo iguales".
Pérdida de la capacidad de soñar: Quizás la consecuencia más devastadora es la pérdida de la capacidad de imaginar un futuro diferente. Sin referencias positivas, soñar con un gobierno honesto y eficiente parece utópico o ingenuo. La imaginación política de la población se limita a opciones que perpetúan el statu quo, dejando de lado la posibilidad de cambios estructurales.
Paralización de la acción colectiva: La renuncia y la desconfianza paralizan a la sociedad. Las personas no tienen sentido en organizarse o luchar por un cambio porque, en su visión, "nada va a cambiar". Esto deja el campo libre para que las élites corruptas sigan gobernando sin oposición significativa.
El círculo vicioso: cuando la corrupción alimenta la resignación
Este contexto crea un ciclo difícil de romper. Los políticos corruptos perpetúan un sistema que concentra el poder y los recursos en pocas manos, privando a la población de oportunidades reales de desarrollo. Sin empleo digno, acceso a servicios básicos de calidad o una visión de futuro, la gente se ve obligada a dependiente de estos mismos políticos para sobrevivir, ya sea a través de favores, empleos precarios o programas sociales manipulados.
En este escenario, la población no solo se adapta, sino que comienza a colaborar con el sistema, no por maldad, sino por necesidad. Jóvenes profesionales aceptan trabajos de campaña para un político corrupto porque no tienen otras opciones laborales; comunidades apoyan a candidatos cuestionables porque les ofrecen beneficios inmediatos, aunque efímeros.
El desafío del cambio: reconstruir la esperanza
Superar este obstáculo no es solo una cuestión de voluntad política, sino de reconstrucción cultural. Se requiere un esfuerzo colectivo para desnormalizar la corrupción, reimaginar el gobierno y devolver la esperanza a una población que ha sido privada de ella.
Reeducar sobre lo que es posible: Es fundamental mostrar a la población que otros caminos son viables. Esto implica visibilizar ejemplos, tanto nacionales como internacionales, de regiones que han logrado transformarse gracias a gobiernos honestos y visionarios.
Crear experiencias tangibles de buen gobierno: El cambio no puede limitarse a discursos o campañas. Necesitamos pequeñas victorias locales que demuestren que un gobierno transparente y eficiente no solo es posible, sino que produzca resultados inmediatos.
Despertar la imaginación colectiva: La gente necesita recuperar la capacidad de soñar. Esto puede lograrse mediante talleres comunitarios, campañas educativas y narrativas que ayuden a imaginar cómo sería un Loreto desarrollado, con empleo digno, servicios de calidad y un gobierno que prioriza el bienestar de todos.
Formar liderazgos éticos y comprometidos: El cambio también requiere nuevos liderazgos que sean capaces de romper con las prácticas del pasado. Estos líderes deben estar preparados para gobernar con transparencia y rendir cuentas, pero también para inspirar a la población a creer nuevamente en el sistema.
Conclusión: construir el futuro desde el presente
La falta de referentes positivos es uno de los mayores desafíos para cualquier sociedad atrapada en un ciclo de corrupción y subdesarrollo. Pero no es un obstáculo insuperable. Con educación, imaginación y acción colectiva, es posible romper con esta resignación y construir un futuro diferente.
El cambio no llegará de la noche a la mañana, pero comienza con pequeñas chispas de esperanza que, poco a poco, pueden encender un fuego transformador. Loreto, como el resto del Perú, tiene el potencial de soñar y construir una nueva realidad. Solo necesita dar el primer paso: creer que es posible.
La importancia de imaginar un buen gobierno
Una de las ideas más poderosas para el cambio social: la imaginación como motor de transformación. Cuando una sociedad nunca ha experimentado un buen gobierno, ni siquiera tiene las herramientas para identificar qué es un liderazgo efectivo o una gestión comprometida con el bienestar colectivo. Sin embargo, la imaginación puede convertirse en el primer paso para romper ese círculo vicioso.
Imaginar un buen gobierno no es solo un ejercicio de fantasía; es una forma de crear un modelo mental que las personas puedan aspirar a construir. Si nunca has visto un ejemplo positivo, ¿cómo puedes exigirlo o trabajarlo? La imaginación es la chispa que enciende el deseo de cambio, y es a partir de ese deseo que se movilizan las acciones para convertirlo en realidad.
En Loreto, como en otras regiones olvidadas por el Estado, enseñar a soñar e imaginar es una herramienta política poderosa. No se trata de promesas vacías, sino de presentar visiones concretas, prácticas y alcanzables que contrastan con la corrupción y el estancamiento actuales.
El poder de una sociedad que imagina y actúa.
Cuando las personas comienzan a imaginar un futuro diferente, también empiezan a entender que tienen el poder de construirlo. El cambio no viene de arriba, sino de una ciudadanía que sepa lo que quiere y cómo exigirlo. Si la población de Loreto puede visualizar una región productiva, transparente y justa, estará un paso más cerca de hacerlo realidad.
Soñar es el primer paso hacia la acción, y la acción es lo que transforma los sueños en hechos. La sociedad necesita volver a soñar, no con fantasías inalcanzables, sino con posibilidades concretas que surjan de la honestidad, el trabajo colectivo y el compromiso con el bien común.
(Alberto Vela)
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