267 "Fútbol peruano: La única liga en la que la corrupción nunca se lesiona"

En el fútbol peruano no se juegan solo los partidos en la cancha, sino que también se libran batallas épicas en los pasillos oscuros de la corrupción. Si pensabas que el deporte rey en el Perú solo se trataba de goles y jugadas espectaculares, lamento decepcionarte: aquí las jugadas más impresionantes son las de los que mueven los hilos detrás de la pelota.

Mientras los hinchas se desgarran la garganta en las tribunas y los jugadores se pelean por un balón, hay otro tipo de "jugadores" que, desde las sombras, ya se reparten el botín. Los mafiosos del fútbol peruano, esos grandes "estrategas", han encontrado el gol de oro: *la corrupción se ha convertido en su deporte favorito*.

Aquí no hace falta tener piernas rápidas ni una gran técnica. En esta liga, la clave está en los sobornos, en las promesas vacías y en las "ayudas" que cambian el rumbo de los partidos y de las vidas de quienes se atreven a no seguir las reglas del juego. ¿Lo más impresionante? Mientras los clubes se ahogan en deudas y los jugadores en sueldos impagos, los dirigentes, esos grandes técnicos del caos, siguen cobrando y disfrutando de las mieles del poder. Y lo hacen con una sonrisa, porque saben que en el Perú, el poder y el dinero van de la mano, aunque no siempre con las reglas claras.

El fútbol peruano, como todo en este país, se ha convertido en un reflejo de lo que ocurre en las altas esferas políticas y económicas: *la mafia es la que manda, y todo el que no esté dispuesto a colaborar, mejor que se quede en las gradas*. No importa cuántas denuncias salgan a la luz, ni cuántos escándalos se destapen. En este deporte, la corrupción tiene una resistencia asombrosa. Como un buen delantero, se reconfigura, se reinventa y nunca pasa de moda. Cada vez que parece caer, se levanta con más fuerza, con más “jugadores” involucrados, y con más dinero en el bolsillo.

Y es que, como en la política, lo que no se entiende es cómo la ley nunca llega. ¿Acaso la justicia también juega en el equipo equivocado? ¿O simplemente está en el palco VIP, disfrutando del espectáculo? Quizá es que la corrupción es como una pelota que nunca sale de la cancha. Está en todos lados, se pasa de mano en mano, y cuando por fin parece que lo vamos a detener, ya está otro en su lugar.

Los hinchas, esos pobres ilusos, no saben que mientras gritan en las tribunas, los que realmente ganan son los que no hacen ni un pase. *La mafia futbolística peruana* ha entendido muy bien que el negocio está en manipular la pasión, porque el hincha, como el pueblo, está dispuesto a pagar por ilusiones. No importa cuántos títulos "manipulados" ganen, ni cuántos goles "sospechosos" se marquen. El sistema es perfecto: el dinero y el poder se reparten en privado, mientras la gente sigue creyendo que todo es un juego limpio.

Es difícil no preguntarse, entonces: ¿cuál es la verdadera "fuerza" que mueve al fútbol peruano? ¿El balón, o las redes que lo rodean? La respuesta parece clara: la corrupción está tan presente como el silbato del árbitro al comienzo de cada partido.

Y así, mientras seguimos "jugando", los verdaderos campeones del fútbol peruano siguen siendo los que nunca pisan la cancha, pero siempre ganan el partido.

"Perú: Crónica de un Estado de Sitio, Tomado por 'Profesionales' del Saqueo"

En una república donde el ingenio pareciera usarse más para el delito que para el desarrollo, el Perú ostenta un lamentable récord: prácticamente ninguna institución pública o privada se salva de albergar algún tipo de red mafiosa. No es exagerado afirmar que, en cada oficina del Estado, en cada federación deportiva, hasta en el último rincón de las instituciones culturales, campea una versión propia de lo que algunos ya denominan “corporativismo de la corrupción”. La reciente caída de altos mandos en la Federación Peruana de Fútbol no es más que la punta de un iceberg que amenaza con hundir cualquier esperanza de integridad.

 

El 'Manual del Funcionario Perito en Saqueo'

Parece un mal chiste, pero en la realidad peruana los métodos se repiten con la precisión de una coreografía bien ensayada. Entra el "nuevo funcionario", sonriente y promotor del cambio; se acomoda en el sillón de su oficina y, en poco tiempo, empieza la danza del saqueo. Primero, detecta las "áreas de oportunidad" —léase, partidas presupuestarias, contratos suculentos o cualquier rubro donde haya flujo de efectivo— y con la agilidad de un relojero experto, mueve los engranajes para que las ganancias comiencen a caer en los bolsillos adecuados (los suyos y los de sus cómplices).

De los "Los Galácticos" en el fútbol a los "Dueños del Despacho" en el sistema de salud, pasando por "Los Sabuesos del Palacio" en altos cargos de ministerios, la creatividad peruana para nombrar estos colectivos mafiosos es asombrosa. El patrón es el mismo: redes de lealtad para administrar, o más bien desangrar, el presupuesto estatal sin miramientos y con tal destreza que, si no fuera delito, bien podrían ser considerados artistas.

Corrupción 'Made in Peru': En Busca de la Excelencia... en Delito

¿Es que acaso este cáncer estructural se ha vuelto parte del ADN nacional? En lugar de buscar el desarrollo del país, estas mafias de saco y corbata parecen competir por ver quién saca mejor provecho de la debilidad institucional. No hay sector que se libre: educación, salud, vivienda, cultura, deportes. Incluso los proyectos de ayuda social, ideados para llegar a los más vulnerables, han sido campos de caza para quienes ven en el Estado un botín en lugar de un instrumento de servicio.

Por ejemplo, en el sistema de justicia, donde se supone que la ética debe brillar, encontramos que jueces y fiscales han hecho del soborno y el tráfico de influencias una práctica común. En salud, funcionarios han gestionado licitaciones millonarias para compras de equipos médicos que nunca llegan o llegan defectuosos. En educación, los presupuestos asignados para infraestructura terminan en escuelas sin techos o, peor aún, en las cuentas personales de algún hábil "gestor".

Entre la Resignación y la Indignación: ¿Queda Esperanza para el Cambio?

La ciudadanía peruana observa, entre la resignación y el desánimo, cómo estos ladrones institucionales se enriquecen a costa del país. Se pregunta, quizá con la voz cada vez más apagada, si alguna vez se verá un cambio real. Porque la historia se repite y, como en una mala película de crimen y castigo sin castigo, los nombres cambian pero los métodos permanecen, cada vez más audaces.

Quizá la ironía más amarga sea que esta delincuencia organizada —la de saco y corbata— opera muchas veces con el beneplácito o la indiferencia de quienes deberían ser los guardianes de la justicia. Ojalá, algún día, se convierta en una historia de superación donde las instituciones, y no los corruptos, sean los que se profesionalicen y tomen el protagonismo en esta obra que ya empieza a rozar la tragicomedia. (Alberto Vela)

 

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