252 Viernes de Reflexión "Queridos Periodistas: ¿Están en Nómina o en el Negocio de Contar la Verdad?"

Bienvenidos al eterno programa de la queja diaria, donde los problemas son los mismos, las soluciones nunca llegan, y los únicos que parecen ganar son los medios subvencionados. ¡Qué ironía! Todos los días, desde que amanece en Iquitos, las radios y televisiones locales nos deleitan con un festival de denuncias cotidianas: que si la pista rota, que si el agua nunca llega, que si el alcalde prometió y no cumplió. ¿Y qué pasa después? Exacto, nada. Pero eso sí, la gente sigue llamando con la esperanza de que, mágicamente, alguien le va a solucionar la vida desde el micrófono. Lástima: No va a pasar.

Estos medios, en su mayoría, no son más que una extensión disfrazada del gobierno regional y municipal.

¿Te has preguntado alguna vez qué haces llamando todas las mañanas a esos programas para contar tus problemas? No te culpo, es lo que te han hecho creer. Que, si llamas al locutor más carismático de la radio, él va a sacarte del apuro. ¡Por favor! ¿Crees que vas a cambiar algo llamando al programa? Vamos, si al que deberías estar llamando es a las oficinas del alcalde o del gobernador, ¡no al locutor que está en la nómina de ellos!

A ver, estimados periodistas y locutores de la farándula radio-televisiva de Iquitos, vamos a hablar claro. Sabemos que cada mañana se despiertan bien cafeteados para abrir sus micrófonos a la queja diaria del ciudadano que, con la esperanza de que el "buen periodista" le ayude a solucionar algo, llama al programa a llorar sus penas. ¡Qué conmovedor! Pero, ¿cuándo fue la última vez que de verdad lograron que alguna autoridad les hiciera caso? ¡Vamos, hagan memoria!

Ah, claro, ¡nunca!. Y cómo van a lograrlo si ustedes mismos están amarrados a los hilos del poder. Lo sabemos: los sobrecitos que llegan bajo la mesa, los "auspicios" que mágicamente aparecen cuando el gobernador necesita buena prensa, esos espacios comprados para hablar de las maravillas de la gestión municipal. Vamos, no lo nieguen. Es más, se les nota en la cara cada vez que están obligados a fingir indignación mientras cuidan de no morder la mano que les da de comer.

¿De qué periodismo estamos hablando? ¿Del que ayuda al pueblo o del que cubre las espaldas de quienes deberían rendir cuentas? Porque si sus trabajo es hacer eco de la queja sin mover un dedo para que algo cambie, están haciendo un pésimo papel. Y ni hablemos de su impacto en el desarrollo sostenible de la región, porque ni de lejos lo están impulsando. Si tanto les gusta hablar de desarrollo, pregúntense: ¿qué están haciendo para que las comunidades mejoren? Porque llenar el aire de denuncias sin consecuencias es como tirarle caramelos a un niño hambriento y llamarlo "comida".

Queridos amigos del micrófono, lo que están haciendo no es periodismo, es entretenimiento barato con un toque de hipocresía. ¿Por qué no invitan a sus oyentes a organizarse de verdad, a movilizarse, a exigir? Ah, claro, eso sería incomodar a sus jefecitos políticos, y no queremos perder esos favores, ¿verdad? Mejor sigamos con el circo, que mientras ustedes fingen preocupación, los de arriba siguen llenándose los bolsillos y ustedes los suyos. ¡Felicidades, campeones del periodismo subvencionado!

Exactamente, esa es una de las mayores críticas a muchos de estos medios y periodistas: no están utilizando su plataforma para empoderar a la gente ni para promover una verdadera movilización ciudadana. En lugar de incentivar a las comunidades a organizarse, a exigir rendición de cuentas y a tomar un rol activo en la solución de sus problemas, se conforman con el drama diario y el entretenimiento superficial.

Los medios de comunicación tienen el poder de informar y movilizar, pero cuando se venden a intereses políticos o económicos, se convierten en parte del problema. Es más fácil para ellos quedarse en la zona segura de las quejas vacías y el "show" de denuncias, en lugar de comprometerse con un periodismo que fomente la acción colectiva y el empoderamiento de la comunidad.

Si de verdad quisieran cumplir su rol social, estarían promoviendo la formación de comités vecinales, organizando debates públicos, generando espacios donde la ciudadanía pudiera coordinar esfuerzos para enfrentar problemas comunes, desde las calles en mal estado hasta la falta de servicios básicos. Esa es la función que deberían estar cumpliendo: ser un canal para que la gente se organice, se eduque y encuentre soluciones reales. Pero eso no se logra cuando el medio se convierte en un eco vacío de quejas y, peor aún, cuando está financiado por las mismas autoridades responsables de los problemas.

Es un ciclo vicioso en el que la queja se perpetúa sin convertirse en acción, y es justo lo que estos medios deberían romper.

Pero, ojo, la gente no es tonta. Ya se están dando cuenta de su jueguito. Y cuando decidan dejar de escuchar sus programas para empezar a actuar de verdad, van a quedar ustedes solos, hablando para el viento. Así que, la pregunta del millón es: ¿quieren seguir en nómina o por fin se animan a hacer periodismo de verdad?

Ahí se las dejo.

 QUIEN SIEMBRA VERDAD COSECHA CONFIANZA

Los medios de comunicación y los periodistas deberían ser el pilar fundamental en la construcción de una sociedad informada, activa y consciente de su poder colectivo. En lugar de ser simples narradores de la queja cotidiana, tienen el deber de elevar el debate público y transformar esa frustración en acciones concretas que lleven al cambio. No se trata solo de informar, sino de movilizar, de dar a las comunidades las herramientas para que se organicen, exijan rendición de cuentas y tomen el control de su destino.

Pero cuando los medios se conforman con dramas diarios y entretenimiento superficial, como se ve en muchos canales y radios locales que reducen las quejas vecinales a simples segmentos de relleno, traicionan su rol social y ético. En vez de investigar las causas de fondo, como la corrupción detrás de los contratos públicos o la ineficiencia crónica en la gestión de los servicios, simplemente dan espacio a la indignación momentánea para entretener a la audiencia. Así, en lugar de impulsar el progreso, se convierten en cómplices del estancamiento, perpetuando una espiral de descontento pasivo que no lleva a ninguna solución real.

Piensa en lo que ocurre con las denuncias sobre infraestructura deteriorada o los servicios de salud deficientes. Los medios tienen el poder de darle seguimiento a estas problemáticas, de presionar a las autoridades con reportajes profundos que expongan no solo el problema, sino también quiénes son los responsables y por qué no se ha hecho nada al respecto. Si esos mismos medios promovieran la creación de comités vecinales o foros ciudadanos para discutir soluciones y exigir acciones concretas, el resultado sería diferente.

Cuando se habla de empoderar a la gente, hay ejemplos inspiradores a nivel mundial. En EE.UU., la cobertura responsable de los movimientos por los derechos civiles y contra el racismo, como Black Lives Matter, ha sido esencial para movilizar a millones de personas en busca de justicia.

El verdadero poder de los medios no radica en amplificar la queja, sino en despertar la conciencia de las personas, en crear una plataforma donde las comunidades puedan unirse y organizarse para exigir lo que les corresponde. Cuando los medios y los periodistas fallan en esta misión, no solo traicionan a su audiencia, sino que contribuyen a perpetuar el statu quo, manteniendo a la población en una pasividad peligrosa.

El periodismo debe volver a ser un motor de transformación, no un eco que se apaga entre la indiferencia y el conformismo. Necesitamos periodistas que expongan la      verdad incómoda, medios que no teman enfrentarse a los poderosos, y plataformas que promuevan la movilización ciudadana. Sin eso, seguiremos en la rueda de la queja sin solución, y los verdaderos problemas seguirán escondidos bajo el ruido del día a día. (Alberto Vela)

 

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