243 El Teatro de la Impunidad: Obras Paralizadas. Detectan el Robo y luego Nadie Hace Nada ¿Por qué ah?

 La historia se repite como una mala obra de teatro. La Contraloría hace su trabajo. Infobras nos lo dice con todas sus letras: 67 obras abandonadas en Loreto. Los informes son clarísimos: millones de soles tirados al viento, constructoras que dejan proyectos a medio hacer, gobiernos locales y regional que miran para otro lado. Y, entonces, llega la gran interrogante: ¿Quién pone orden? La respuesta, tristemente, es siempre la misma: NADIE.



Parece una broma de mal gusto. Tenemos una entidad como la Contraloría que nos muestra, con lujo de detalles, dónde están los robos, quiénes son los responsables, y ¿Qué hacen los que deberían impartir justicia? Pues, se toman su tiempo, su largo y cómodo tiempo.




El Ministerio Público y el Poder Judicial: ¿El Origen de la Inacción?

Aquí es donde entra en escena nuestro querido Ministerio Público y su inefable compañero, el Poder Judicial. Sí, los mismos que deberían estar procesando a los corruptos, llevando a juicio a los responsables y asegurándose de que esos millones de soles robados vuelvan al pueblo. ¿Están actuando con la rapidez y firmeza que se espera de ellos para hacer justicia en estos casos de corrupción? ¿Dónde está el ímpetu y la voluntad de hacer justicia de estos señores?

No la tienen, están ocupados en algo más importante. ¿Tal vez revisando un caso de hace diez años? ¿O investigando la desaparición de un expediente por "error administrativo"?

La cosa es así: la Contraloría hace su trabajo. Dice: “Aquí están los culpables, con nombre y apellido, con pruebas y todo”. Pero luego, cuando esos expedientes llegan al Ministerio Público o a los tribunales, parece que desaparecen en el limbo burocrático. Se pierden entre trámites, apelaciones, excusas, y antes de que te des cuenta, el caso ya no importa. Los culpables salen limpios y frescos. Y las obras siguen abandonadas, claro está.

La Burocracia, el Mejor Aliado del Corrupto

Lo mejor de todo este circo es que siempre hay una justificación. El Ministerio Público te dirá que “el caso es complejo y requiere más tiempo de investigación”. El Poder Judicial te dirá que “el proceso sigue su curso”. Y, mientras tanto, las pruebas se diluyen, los casos se eternizan y los millones desaparecen como agua entre los dedos.

Parece que la burocracia es la mejor amiga de los corruptos. Los protege, los cuida y, finalmente, les asegura que salgan indemnes. Porque, ¿Cuántas veces has oído hablar de un funcionario encarcelado o de una constructora sancionada de verdad? Pocas, muy pocas. Y las que sí caen, lo hacen años después, cuando el daño ya es irreparable y el pueblo ni siquiera recuerda qué obra fue la que nunca se terminó.  

Jueces y Fiscales: Son Magos Para Cojudear

Podríamos hablar de magia en el sistema judicial. Tienes un caso clarísimo de corrupción, con toneladas de pruebas, fotos, videos, testimonios, lo que quieras. Pero, por arte de magia, el caso desaparece. Se archiva. Se pierde en los pasillos del tribunal o en el despacho de algún fiscal que "necesita más tiempo".

Claro, es fácil entender por qué. ¿Quién se va a atrever a tocar a los poderosos cuando puede pasarles lo mismo? El Ministerio Público se hace de la vista gorda, los jueces se pasean entre expedientes, y la justicia se queda en un juego de palabras que nunca llega a concretarse.

El pueblo, mientras tanto, sigue esperando. Esperando que algún día los responsables dejen de reírse en nuestras caras y reciban lo que merecen.

La Población, Siempre el Gran Olvidado

Pero al final, como siempre, los grandes perdedores somos nosotros. La gente que sigue sin agua potable, que cruza ríos en botes precarios porque el puente nunca se terminó, los niños que estudian bajo techos improvisados porque la escuela quedó a medio construir. Nos roban el futuro y nadie hace nada. Y los que deberían hacer justicia, simplemente miran hacia otro lado.

La pregunta que nos queda es simple: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos sigan engañando? ¿Hasta cuándo los fiscales y jueces van a dejar que los corruptos se salgan con la suya? Porque, seamos sinceros, si la Contraloría puede detectar el problema, si INFOBRAS puede mostrarnos las pruebas, entonces ¿por qué los que deben impartir justicia no actúan? La respuesta, lamentablemente, ya la sabemos: porque a nadie en el poder le importa. Y mientras tanto, el pueblo sigue esperando… y esperando.

“Si la Justicia no Funciona, es Porque el Criminal ya la Compró”

En Loreto, como en muchos otros rincones del país, la gente ha encontrado una manera sencilla y dolorosamente certera de describir lo que sienten respecto a la justicia: "Si la justicia no funciona es porque el criminal ya la compró." Este dicho popular encapsula una verdad que, aunque sea dura de admitir, cada vez se hace más evidente en los casos de corrupción e impunidad que afectan al país. Y no es solo una frase; es el reflejo de una desconfianza generalizada hacia el sistema judicial, un sistema que debería ser el pilar de la equidad y la ley, pero que, en cambio, se percibe como un mercado de favores.

Cuando la Justicia Tiene un Precio

El sistema judicial en el Perú, y especialmente en regiones como Loreto, parece estar atrapado en una telaraña de corrupción que lo inmoviliza. Los casos de corrupción, abandono de obras y malversación de fondos son comunes. Pero lo más preocupante no es solo que estos crímenes ocurran, sino que rara vez se castigan. Las pruebas están, las denuncias también, pero las sentencias no llegan. El dicho popular cobra vida: si la justicia no funciona, alguien la ha comprado.

Los grandes responsables de robos millonarios y abandono de proyectos parecen moverse con total impunidad. Fiscales y jueces, que deberían ser los guardianes del pueblo, a menudo parecen más interesados en proteger a los poderosos que en impartir justicia. Así, el sistema judicial se transforma en un negocio rentable para quienes tienen dinero e influencias. La justicia, entonces, deja de ser ciega y empieza a ver solo los billetes.

El Precio de la Impunidad

Este círculo vicioso de corrupción e impunidad tiene efectos devastadores para la sociedad. Mientras el pueblo sufre las consecuencias de este desfalco, los responsables viven cómodamente, protegidos por un sistema judicial que, si bien debería castigarlos, parece más interesado en hacer la vista gorda.

¿Por qué sucede esto? La corrupción en el sistema judicial es un reflejo de un problema mucho más profundo: la colusión entre el poder económico y el poder judicial. Los grandes empresarios y políticos corruptos saben que, con suficiente dinero o influencias, pueden torcer el brazo de la justicia a su favor. Las demoras en los procesos, la desaparición de expedientes y las absoluciones sin fundamento son síntomas de un sistema en el que los jueces y fiscales están atrapados en una red de favores.

La Cultura del "Todo Se Compra"

La frase "Si la justicia no funciona, es porque el criminal ya la compró" no solo refleja una crítica al sistema judicial, sino también una cultura más amplia de compra y venta de favores que afecta a todas las instituciones. En Loreto, como en otras regiones, la corrupción se ha vuelto una norma, y la gente sabe que la única manera de obtener justicia es tener los medios para comprarla. Esto crea un sistema perverso donde los que más tienen, son los que menos temen a la ley.

En lugar de ser un garante de derechos, el sistema judicial se convierte en un mercado, donde el precio por la impunidad está al alcance de aquellos que pueden pagar. El pueblo lo sabe. Y de tanto verlo y vivirlo, lo han convertido en un dicho popular. La justicia tiene precio, y todos saben quiénes pueden comprarla.

El Futuro: ¿Qué Se Puede Hacer?

A pesar de la gravedad de la situación, la solución pasa por reformar profundamente el sistema judicial. El empoderamiento de la población para denunciar la corrupción sin miedo, y la presión social sobre las instituciones, pueden ser fuerzas claves para romper con este ciclo de impunidad.

Porque, al final, la justicia debería ser un derecho, no un producto a la venta.

(Alberto Vela)

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